lunes, noviembre 29, 2004

A la más Excelsa de las Criaturas

"El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.» " (Lucas 1, 35)

¿Sabes? Siento una terrible envidia-santa por lo que viviste en aquel momento. Él ha visitado mi habitación de manera especial algunas veces, pero esos momentos no son más que destellos de lo que viviste aquel día. Quisiera quedarme, al igual que tú, lleno de su Presencia... hasta rebosar, de manera que no se vaya nunca.

La Esposa de tu Hijo nos invita a que preparemos nuestros corazones para que nazca Él en ellos. Tú conoces mis esfuerzos, conoces cada desvelo, empeño, dolor e intento que he hecho por prepararle un lugar acogedor para que Él nazca en mí. También sabes que las cosas no han terminado como lo he planeado. Las veces que he pensado venir a sus pies a ofrecerle mirra, incienso y oro han terminado en frustración y ese terrible sabor a fracaso. Por más que he intentado arreglar mi casa para recibir al Rey nunca he terminado consiguiendo algo que me parezca digno de Él.

Por eso hoy vengo a ofrecerte mi pesebre. Sé que es grande mi atrevimiento, pero ya tú pasaste por eso, sabes lo que se siente haber visto nacer al que te prometieron que sería grande entre el mal olor, la suciedad, la inmundicia y la incomodidad de un lugar para animales. No tengo más que darte, y sabes que con gusto te ofrezco lo que tengo, conoces mi afán de dejar esto que te doy lo más aceptable posible, pero ya has visto que no puedo hacer más. No quisiera que Él fuese a nacer lejos de aquí, por eso te ruego que le presentes lo que te entrego hoy de manera que se digne Él en visitarme. Tengo la certeza de que esto que te doy hoy, este lugar donde quiero acogerle no quedará igual después que Él llegue... pero que llegue, por favor, que nazca aquí. A mí también me molesta la situación de lo que tengo, pero entiendo que sólo su visita podría hacer que este lugar fuese recordado por los siglos en tu memoria como algo hermoso o digno de recordarse.

Este tiempo de espera no es tan romántico y apacible como nos lo venden los comerciantes. Ahora que me decido a esperarle a Él normalmente aparecen más cosas para ensuciar y desarreglar el lugar que quiero ofrecerle que ya de por sí no está muy presentable. Lo que antecede a la noche en que espero verle nacer es una guerra despiadada, a campo abierto, sin trincheras y sin cuartel.

Ayer escuchaba en la noche la Palabra de tu Esposo que hablaba diciéndonos que nos revistiéramos de las armas que nos podrían dar la victoria. Hoy admiro con asombro cómo aventajaste a todos en el uso de estar armas, creo que nadie te ganaba en destreza al usarlas.

Ninguna cintura pudo haber estado ceñida con la Verdad como la tuya, Tú llevaste a la Verdad alrededor de tu cintura durante nueve meses, amamantaste a la Verdad con tu seno precioso y bendito, y reposó La Verdad en tu regazo. Estuviste llena de La Verdad todo el tiempo.

La Justicia te marcó proféticamente, te cubrió toda, te protegía como coraza desde que recibiste ese anuncio, siento que por eso clamaste desde tu corazón que "Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos". Nadie había sido cubierto por su Justicia como Tú, a nadie se le había hecho Justicia como a ti.

Nadie podía penetrar tu alma con incertidumbres, ningún dardo llegaría a ti, pues te protegía el escudo de la Fe, creíste como nadie, hasta tu Esposo te llamó dichosa por boca de tu prima por haber creido, sin haber visto, sin milagros, sin demostraciones, sin temores, creiste, creiste, tu Fe te guardó todo el tiempo.

Tu cabeza la cubriste todo el tiempo con la salvación que se te prometió, desde aquel día decías estuviste llena de alegría, con todo tu espíritu descansabas segura, protegida tu cabeza porque Dios es tu salvador. Esta certeza era yelmo impenetrable para ti, Yahveh sería siempre tu salvador.

Tus pies se calzaron por el celo del Evangelio antes de que el Evangelio fuese pronunciado por los labios del más hermoso de los hijos de Adán, labios que serían llenos de gracia... antes de que oido alguno escuchara la proclamación de la Buena Nueva ya tus pies se calzaban de celo por la noticia que retenías como primicia y que llevabas donde Isabel. Fuiste la primera evangelizadora porque llevabas el Evangelio vivo dentro de ti, y donde llegaste llegó el júbilo y la alegría. Tu Esposo te acompañaba, y bastaba que pronunciaras palabra para que Él respaldara lo que decías.

Guardaste como nadie La Palabra de Dios, desde el inicio tuviste al Verbo mismo de Dios en tu vientre, pero no te bastó tenerlo físicamente, sino que le creiste y guardaste siempre en tu corazón y tu mente la mismísima Palabra de Dios. Pudiste abrir camino y marcar los corazones de muchos porque llevabas esta espada en tus manos, su Santa Palabra. Instruiste al Verbo de Dios en la Palabra de su Padre... tremendo misterio!

Siempre he tenido la duda de si tu Esposo se derramó con largueza aquel día de Pentecostés porque quería repetir ese instante tan sublime que vivieron unos 34 años atrás. Orabas allí en el Espíritu junto a La Iglesia que nacía, creo que esta es el arma que con más habilidad manejas, la oración. Creo que tu entrega seducía a tu Esposo, creo que nadie le es tan deleitoso como lo eres tú. No creo que en nadie más se complazca Él que como lo hace en ti. Nunca nadie ha probado de su llenura y de su sombra como lo has hecho Tú.

Pablo no vaciló en aconsejarnos que le imitáramos, pues como Tú manejas tan bien las armas que él nos aconsejó usáramos hoy quiero imitarte a ti.

Tu Esposo ha decidido hacer que todas las gracias que nos quiere regalar, y regala, pasen a través de tus manos. Es por eso que hoy quiero pedirte que me des la gracia de hacerle nacer en mí. Hazle nacer en mí. Quisiera que me dejaras contemplar un poco de lo que viviste cuando fuiste llena del Espíritu Santo, anhelo de esa llenura. Tengo hambre de Él, mi carne le clama y lo ansía... concédeme al menos contemplar cómo te llenó a ti. En algún momento concédeme experimentar su Presencia en mi vida de manera tal que la transforme toda, que sea mi corazón un altar encendido perénnemente por su fuego santo. Que descienda Él en persona sobre mi vida y que nasca Jesús en mí.

A ti Madre Santísima, Virgen María, hermosísima criatura brindo mi oración.

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