martes, abril 25, 2006

O Roma, O California

¿Puede el magisterio de la iglesia confesar que, en el claro ejercicio de su autoridad para enseñar en asuntos de fe y moral, ha enseñado erróneamente? No inadecuadamente o parcialmente o en una forma que pueda crear malentendidos, le hago notar, sino erróneamente. Expresado diferentemente, ¿ha enseñado la iglesia como verdadero algo que ahora reconoce como falso? Esa forma de expresar la pregunta aumenta su importancia al proponer la pregunta de si la iglesia Católica es lo que ella pretende ser. Obviamente, esa es una pregunta de considerable importancia para los Católicos, y para todos los demás también.

En la actual discusión de estas preguntas --una discusión que ha estado desarrollándose por siglos-- se hacen referencias frecuentes a problemas tales como la esclavitud, la usura y la relación de la iglesia con el Judaísmo. Para el examen de estas preguntas que están sobre la mesa, estos problemas no son terriblemente pertinentes. El espacio no nos permite una discusión de estos interesantes problemas, pero creo que es acertado decir que la mayoría, pero no todos, de los líderes de la iglesia, como casi el mundo entero hasta el siglo dieciocho, pensaba que la esclavitud era una parte inevitable del orden social; contrario a la mayoría del mundo, la iglesia generalmente lamentó eso, buscó mitigar las crueldades presentes en la esclavitud, y en casos notables trató de abolirla. Respecto a la usura, o el cobro de interés, la iglesia justamente lo condenó como explotación de la necesidad humana, hasta el inicio de la economía moderna cuando el interés fue reconocido como una forma de sociedad en la empresa. Respecto al Judaísmo, la doctrina de la iglesia no ha tomado un paso considerable más allá de las agonizantes complejidades de las reflexiones de Pablo en Romanos, capítulos del nueve hasta el once.

Exámenes de problemas más interesantes son, por ejemplo, la doctrina de la iglesia sobre las dos naturalezas de Cristo, la Trinidad, la presencia real en la Eucaristía, y el canon del Nuevo Testamento. Entre las actualmente agitadas preguntas morales, uno mencionaría el aborto, la eutanasia y la eugenesia. ¿Qué tal si la iglesia estuvo y está equivocada en estos asuntos? Esos que quieren que la iglesia diga que ella puede y ha enseñado el error típicamente insisten en que "por supuesto" ellos no cuestionan esos grandes artículos de fe y la moral, pero eso, me temo, es una vergonzosa y obvia evasión.

El tópico sobre la mesa es el desarrollo de la doctrina , y la referencia clásica aquí es John Henry Newman, cuyo argumento ha sido abrazado por el magisterio. Él escribió acerca de la doctrina de la iglesia:

De vez en cuando hace ensayos que fallan, y en consecuencia son abandonados. Parece en suspenso sobre cuál camino tomar; vacila, y a la larga se encamina en una dirección definitiva. En momentos entra en territorio extraño; puntos de controversia alteran su pertenencia; partidos se levantan y caen a su alrededor; peligros y esperanzas aparecen en nuevas relaciones; y viejos principios reaparecen bajo nuevas formas. Cambia con ellos de manera que permanezca siendo la misma. En un mundo más alto es de otro modo, pero aquí abajo vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo.

No deberíamos, como se hace frecuentemente, crear discordia en contra del desarrollo. Claro que hay cambio. Eso es innegable. La pregunta es si este es el cambio de la discontinuidad, corrigiendo un error, o el cambio de la continuidad, desarrollando la verdad. La evidencia es por momentos ambigua. La pregunta en todos los casos no puede ser juzgada definitivamente por el estudio histórico o la sola reflexión hermenéutica. La fe, que comprende ambas disposición y voluntad, está envuelta en si uno decide o no pensar con la iglesia (sentire cum ecclesia) y en consecuencia discernir la guía prometida del Espíritu Santo en el desarrollo de la doctrina.

Confieso que me sorprendo cuando oigo que se dice que la iglesia se niega a tratar las preguntas sobre el cambio en su ministerio docente. Una de las más recientes reseñas es la instrucción de 1990 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, La Vocación eclesial del Teólogo (Inglés). Es un franco, cuidadoso, y profundo estudio de las preguntas levantadas con respecto al cambio, desarrollo, disidencia y libertad intelectual. Se merece mucha más atención de la que ha recibido. No es un documento secreto. Aunque dirigido a teólogos, toma las dificultades que cualquier Católico reflexivo pudiese tener con aspectos de la doctrina de la iglesia. Mientras que ofrece sabios consejos sobre cómo lidiar con tales dificultades, también reconoce ciertamente que tales dificultades, si se afrontan con honestidad intelectual y una disposición de sentire cum ecclesia, pueden servir como un bienvenido "estímulo" al magisterio en la futura aclaración y desarrollo de la mente de la iglesia.

La cabida para la especulación intelectual y la erudición propuestas por esta instrucción es realmente espaciosa. Me imagino que nunca seré capaz de explorarla toda, no se me ocurre sentir la necesidad de salir de ella. De hecho, no sé que significaría salir de ella, ya que la teología, entendida como reflexión en la Palabra de Dios acompañando todo, acompaña todo. Por supuesto, uno puede decidir que la iglesia y su magisterio no son lo que ellos pretenden ser. Uno puede decidir no pensar con la iglesia, o al menos no con la iglesia Católica que es una distinta de la iglesia Católica de nuestra imaginación. En ese caso, como la instrucción de la CDF dice, "la iglesia siempre ha sostenido que nadie debe ser forzado a abrazar la fe en contra de su voluntad."

No debe ocasionar ningún sentido de crisis si uno tiene dificultades con la doctrina de la iglesia. Después de todo, la iglesia ha enseñado mucho y variadamente, y todavía lo hace. Uno empieza sobre la premisa que la dificultad está dentro de uno, sin excluír la posibilidad de que la dificultad está en la doctrina. Ser perfecto es haber cambiado a menudo, y la articulación que hace la iglesia de la plenitud de la verdad no será perfecta hasta que nuestro Señor regrese en gloria y "conoceremos como somos conocidos" (1 Corintios 13). En ese punto, ya no necesitaremos el magisterio. Mientras tanto, mantengo en mente una carta que Walker Percy le escribió a los editores de esta revista algunos años atrás. Él dijo que estaba aburrido de las quejas editoriales acerca de Roma haciendo esto o Roma haciendo aquello. Sin Roma, dijo, la iglesia Católica no sería tan interesante como lo es, y ciertamente no habrían novelistas Católicos. Concluyó proponiéndole a los editores que enfrentaran el hecho de que es "o Roma o California." Es Roma o California. Eso me pega como un lema excelente para teólogos y otros Católicos reflexivos para mantenerlo prominentemente desplegado donde ellos llevan cabo su pensar y escribir.

Richard John Neuhaus.

Traducido por mí sin permisos del autor.

Fuente: 'Sentire Cum Ecclesia' Rome, si, California, no.

Enterado del artículo en Pontifications.


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