miércoles, octubre 01, 2008

Hoy Recibí Rosas

La primera vez que mis ojos vieron lo creado fue un día como hoy, un día como aquél en el que Teresita vio por primera vez Al In-Creado.

Son los días como hoy en lo que siento mi mente preñada del misterio de la Elección y la Predestinación. ¡Cómo no sentir hinchada de gratitud el alma al ver que la Providencia me abre el camino al mundo bajo la tutela de esta Pequeña!

Hoy recibí rosas, 24 rosas. Precisamente antes de poner un pie fuera de mi casa me saludaron tus 24 rosas.

¡También te Amo Teresita! ¡Te Amo! Porque El Amor me alcanzó a través de ti.

Teresita de Lisieux
Sólo Jesús (Teresita de Lisieux)

Mi corazón ardiente quiere darse sin tregua,
siente necesidad de mostrar su ternura.
Mas ¿quién comprenderá mi amor,
qué corazón querrá corresponderme?
En vano espero y pido
que nadie pague con amor mi amor.
Sólo tú, mi Jesús,
eres capaz de contentar mi alma.
Nada puede encantarme aquí en la tierra,
no se halla aquí la verdadera dicha.
¡Mi única paz, mi amor, mi sola dicha eres tú, mi Señor!

Tú supiste crear un corazón de madre,
por eso encuentro en ti
al más tierno y amable de los padres.
¡Oh, Jesús, mi único amor, Verbo eterno!,
tu corazón es para mí más dulce
que el corazón más dulce de una madre.
A cada instante y paso
me sigues en mis pasos y me guardas.
Cuando te llamo, acudes prontamente.
Y si, tal vez, parece que te escondes,
tú mismo vienes en mi ayuda luego
para poder buscarte.

En ti solo, Jesús, mi afición pongo,
corro a tus brazos, a esconderme en ellos.
Como un niño pequeño quiero amarte,
como un bravo soldado luchar quiero.
Como un niño, te colmo de caricias,
y de mi apostolado en la palestra
como un guerrero a combatir me lanzo...

Tu corazón divino,
que guarda y que devuelve la inocencia,
no es capaz de frustrar mis esperanzas.
En ti, Señor, reposan mis deseos:
después de este destierro,
al cielo a verte iré.
Cuando la tempestad se alza en mi alma,
levanto a ti mis ojos,
y en tu tierna mirada compasiva
yo leo tu respuesta:
«¡Hija mía, por ti creé los cielos!»

Yo sé que mis suspiros y mis lágrimas
ante ti están y te encantan, mi Señor.
Los serafines forman en el cielo
tu corte, y sin embargo
tú vienes a buscar mi pobre amor...
Quieres mi corazón, aquí lo tienes,
te entrego enteros todos mis deseos.
Y por ti, ¡oh mi Rey y Esposo mío!,
a los que amo seguiré yo amando.

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