viernes, septiembre 16, 2005

Justificación: Trento A La Luz De Calvino (V)

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Pérdida del estado de Justificación (Parte 1)

Pongamos las cosas en perspectiva.

Calvino, junto a todos los reformadores, considera que la Justificación es únicamente la No-Imputación de los pecados en virtud de la muerte expiatoria de Cristo que se imputa como justicia al que cree en Él. El Catolicismo sostiene que la Justificación es además de esto la renovación y santificación interna del pecador. Más aun, el Catolicismo define como única causa formal de nuestra justificación la santidad de Dios, no con la que Él mismo es santo sino con la que nos hace santos a nosotros.

Naturalmente los Reformadores no encuentran ninguna razón para pensar que ese favor con el que Dios decide no imputarnos los pecados pueda perderse precisamente porque pequemos. Bajo el fundamento de que Justificación = No-Imputación-De-Pecado, pues ningún pecado puede cambiar esa declaración de Justicia sobre el justificado, excepto los pecados que atenten contra la fe. Sobra decir que no todos los reformadores están de acuerdo en esta parte. Ni Lutero (sorpresa) ni en la fórmula de Concorde se apoya esta creencia.

Del mismo modo el Catolicismo al pensar que Justificación = Santidad pues claramente entiende que con una acción grave en contra de la santidad se pierde el estado de Justificación y por eso el canon 23 dice: "Si alguno dijere, que el hombre una vez justificado no puede ya más pecar, ni perder la gracia, y que por esta causa el que cae y peca nunca fue verdaderamente justificado... sea excomulgado." (38) En base a lo dicho en el acápite de Justificación-Santificación es obvio que uno que después de regenerado vuelve a los hábitos pecaminosos de los que fue lavado es porque ha perdido la disposición que Dios le regalara de aborrecer el pecado al justificarlo, por tanto ha perdido su estado de justificación.

Sorprendemente Calvino nunca niega que los justos puedan caer de su estado de gracia, y de hecho reconoce que la Fe que queda en uno que ha cometido pecados graves pierde su cualidad vivificante. En su comentario a la primera carta de Juan Calvino dice lo siguiente: "...el corazón de los justos está tan efectivamente dominado por el Espíritu de Dios, que por medio de una disposición inflexible ellos siguen su guía. Juan no solo muestra que no podemos pecar, sino también que el poder del Espíritu Santo es tan efectivo, que necesariamente nos mantiene en continua obediencia a la santidad.

Pero aquí surge una pregunta, ¿Puede el temor y el amor a Dios extinguirse en alguno que haya sido regenerado por el Espíritu de Dios? que esto no pued suceder, parece inferirse de las palabras del Apóstol.

Hay también esos que son doblemente frenéticos, quienes sostienen, bajo esta pretensión, que todo está permitido para los creyentes, esto es, porque Juan dice que ellos no pueden pecar. Estos mantienen que podemos seguir indiscriminadamente lo que sea a lo que nuestras inclinaciones nos conduzcan. Por eso se toman la libertad de cometer adulterio, robar, y asesinar, porque no puede haber pecado donde reina el Espíritu de Dios. Pero lejos de esto que ese sea el sentido del Apóstol.
" (39)

Claramente lo que Calvino ha dicho es que el impulso del Espíritu Santo a vivir una vida de santidad es irresistible, y que sencillamente el creyente que no vive una vida de santidad es sólo un hipócrita que se engaña a sí mismo con "vana confianza". (40) No hay refugio para el que quiera seguir viviendo una vida de impiedad y suponerse salvado, no en el Calvinismo al menos. Si alguien está dispuesto a defender la doctrina de la Perserverancia de los Santos según Calvino debe estar dispuesto a defender esta eficacia de la gracia irresistible que nunca permitirá que se extinga el temor de Dios, el aborrecimiento por el pecado y el amor a Dios. Cosas, que según la experiencia en uno u otro momento, han visto extinguidas los que una vez fueron justificados.

Como nota marginal menciono que el error de pensar que la in-habitación y la caridad no se pierden con pecados graves no es novedad de algunos reformadores, ya había sido propuesto por Joviniano y resucitado por algunos discípulos de Abelardo.

Calvino ha entendido que Trento se opone a un regalo como este de la Perseverancia de los Santos, pero la doctrina de la Perseverancia Final es netamente Católica. Trento reconoce la existencia de esta gracia, es decir, una gracia por la que Dios predestina a algunos a perseverar hasta el final bajo su cuidado, lo que Trento condena es la creencia de que se pueda conocer esto por haber sido justificados alguna vez. La disputa de Calvino es por su creencia de que Trento niega esta posibilidad, cosa que Trento nunca hace. El mismo Calvino reconoce en algún momento que no hay cosa más peligrosa que tratar de auto-sugestionarse para creerse uno de los predestinados, que los que así hacen podrían terminar perdidos (41), y esta es la única advertencia que Trento hace y condena al que lo diga sin tener una revelación especial; lo único que él dice ser uno a quien se le reveló eso por revelación especial (*shrug*) y estima que ese conocimiento es más común que lo que los Padre de Trento suponen.

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Notas.

*De todos los títulos en Inglés las traducciones son mías.

38. Concilio de Trento, Sesión VI, Cánones sobre la Justificación, Canon XXIII.
39. John Calvin, Commentaries on The Catholic Epistles, First Epistle of John, Ch. 3.
40. John Calvin, Antidote to the Sixth Session of The Council of Trent on the Doctrine of Justification.
41. ibid.

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