jueves, octubre 16, 2008

Gracia 101 (Parte I)

No creo que exista otra palabra, aparte de "Jesús", que provoque tantas emociones en mí como la palabra "Gracia"; y quizá ambas me provocan lo mismo (hondos suspiros acompañados de una sensación como de ser inundado por melodías de esas que te dan escalofríos y te elevan hasta casi arrebatarte del suelo) precisamente porque al final ellas son sinónimos... Jesús = Gracia.

Voy a prescindir en esta introducción de las minucias, nimiedades, problemas, detalles y presiciones que se tratan en teología sobre la gracia y por hoy voy a tomarme las libertades que me otorga el saberme hijo de Dios para hablar con espacio acerca de mi Padre y la manera con la que Él trata con sus hijos.

"Dios es Amor" (1 Juan 4, 8)


En la tarea de hablar acerca de Dios todo tiene que confluir en lo que Dios ES, y Él ha dicho de sí mismo que Él ES amor. Este mismo Dios Amor nos ha dicho que Él es quien ha creado todo lo que existe, incluído el hombre.

Gracia es la manera en la que Dios trata con los hombres. Dios no puede dejar de ser Gracioso porque Él ES Amor; es decir que en ninguna de las obras o acciones de Dios Él puede traicionar lo que Él mismo Es. Dios es amoroso en todas sus obras, y por lo mismo a Él ningún concepto ni ninguna norma-absoluta le dicta cómo actuar, lo único que le dice qué hacer es la libertad amorosa con la que Él se ofrece a sí mismo gratuitamente.

Donde primero uno tiene que mirar para asirse de lo que significa "gracia" es al lugar de donde procedemos: los hombres no somos eternos, hubo un "instante" en el que pasamos de la nada a la realidad, y ya esa es razón suficiente para saber que lo único que se le debe a un hombre es eso: NADA. Al venir uno de la nada uno es un indigente al que hasta su existencia (que es lo más suyo que se puede imaginar tener) le ha sido dado. Desde que nuestro Creador decide crear ya tenemos una acción totalmente libre y gratuita de su parte, y estas características van a dominar siempre su relación con sus criaturas: Él siempre actuará libre y gratuitamente.

Esto pone al hombre en contacto con su poquedad, no porque él mismo perciba que es débil, vulnerable, perecedero y necesitado, sino porque su Creador le ha dicho que él ha salido de la nada. El hombre ni siquiera es suficiente para darse cuenta de esto sin ayuda de Dios. Y no solo eso, sino que le ha dicho el Creador que su consistencia es de lo más humilde y vil que hay en el mundo: polvo. El Creador constantemente le recuerda a su criatura que ella no puede valerse por sí misma y que necesita de Él para subsistir.

Aquí estamos ante el aspecto más radical de la gracia: su absoluta necesidad para la subsistencia del hombre. Es que esta necesidad es in-condicional; ella no depende de absolutamente nada, y es inútil y hasta estúpido tratar de imaginarse alguna serie de "cosas" para hacer depender el ofrecimiento de la gracia-divina de "alguna cosa" creada. La gracia es gracia precisamente por eso: porque se ofrece de la manera más libre posible y porque sin su oferta el hombre volvería a la nada. Y para ser sincero, a mí no me seduce para nada el querer descubrir en esto una paradoja como hacen algunos que se preguntan: "si es necesaria ¿cómo entonces se puede decir que su oferta es gratuita y libre?" y por ahora tampoco me interesan las distinciones entre lo natural y lo sobrenatural.

Por eso tiemblo cada vez que escucho a algunos hombres hablar de "hacer teología desde abajo", ya eso conlleva demasiada soberbia para pensar que el hombre puede por sí mismo y al margen de lo que Dios le ha dicho hacerse con algunas ideas de lo que es real y lo que es la verdad; mayor afrenta es pensar saber algo de Dios sin contar con que Dios diga quien es Él. Por la misma razón tiemblo cuando escucho hablar sin mesura a algún católico de "teología natural". Pero sigo, que me prometí no detenerme en detalles.

No me sorprende que cuando el hombre trata de hacerse por su cuenta del conocimiento de en qué consiste su relación con Dios, rápidamente le salgan al frente una serie interminable de categorías legales, pactuales, contractuales y le parezcan tan razonables los conceptos de mérito, deber, ley, obediencia y los parecidos. Es imposible, sin que Dios se lo diga, que el hombre se imagine que su Creador ha establecido (porque ES así y no hay otra realidad) que el único vínculo que mantiene una relación entre él y Dios es Su Amor, el de Él, que se ofrece como algo gratis, inmerecido, gratuito y libérrimo... como gracia. Si el hombre, que entre sombras y a oscuras se imagina que Él debe relacionarse con Dios, intenta establecer los parámetros de esa relación irremediablemente se verá sometido a un sistema de normas (inventadas por él mismo) que terminarán ahogándolo y exprimiéndole el sentido mismo de su existencia. Y su Creador es tan bueno que hasta convierte Su Amor en la Gracia que lo liberará de ese sistema: gratuitamente.

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