Esperanza Firme
"Pues hemos venido a ser partícipes de Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el fin la segura confianza del principio" (Hebreos 3, 14)
Podría empezar por lo fácil e ir creciendo en complejidad hasta alcanzar el clímax y concluir con un resumen como es lo habitual, mas no esta vez. Esto lo quiero taclear con lengua de fuego, más que con pluma de escriba.
Esta proclamación bíblica tiene como contexto la durísima realidad de que uno que ha probado el don de la justicia divina y ha sido hecho santo, puede perder la justicia que recibió. Pero el autor inspirado no le propone a los cristianos que se pongan a obrar para que garanticen la seguridad de su futura salvación sino que les dice que la condición para que lleguen a obtener la glorificación es que mantengan la confianza, segura, que tenían al principio sobre lo que se les proclamó. Es a esta gente a quienes se les empezó el discurso diciendo: "pero Cristo lo fue como hijo, al frente de su propia casa, que somos nosotros, si es que mantenemos la entereza y la gozosa satisfacción de la esperanza" (Hebreos 3, 6). La ignorancia de mi estado particular de predestinación y la posibilidad de caer luego de justificado bíblicamente no se contrarresta con un "evangelio" de miedo, ni con una proclamación de un "evangelio" de obras sino con un llamado a la confianza absoluta, segura y encima gozosa, de que Dios va a obrar en mi favor. El impedimento para la glorificación no es el mal-obrar sino la pérdida de esta esperanza resoluta, esta pérdida es entonces la causante del mal-obrar y no al revés. "Así, vemos que no pudieron entrar a causa de su incredulidad" (Hebreos 3, 19).
Toda la carta de Hebreos, que es la que trata este tema con mayor vehemencia, es más bien una homilía para enardecer la confianza y la esperanza de los que están dudando de la veracidad de los que se les proclamó. Si habría un lugar donde subrayar que podemos proclamar un "evangelio" de miedo y obras sería este el lugar por antonomasia, mas no es así. Aquí, donde con mayor radicalidad y dureza se habla de la posibilidad de defección de un justo, se exarcerba el tono que se ha puesto en la confianza que debe tener un cristiano en Jesús.
A ver, el remedio para mi "posibilidad" de condenación no es exhortarme a obrar para que asegure mi salvación. Dios no planeó ocultarme mi estado de predestinación para que guiado por el temor obre, sino para que ejerza esperanza en Él. Para que confíe en Él. Para que me abandone a Él. Y viviendo con esta esperanza pueda vivir gozosamente.
"Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?" (Romanos 8, 24)
Todo el contexto de este pasaje de Romanos también persigue proclamar a todo pulmón ¡la seguridad infrustrable de la salvación divina! Y la verdad que me avergüenza tener que decirle a alguno que ser salvado en esperanza implica no que no estoy salvado ahora, o que mi salvación es una cosa futura, sino que el Apóstol habla aquí de la glorificación a la que se refirió en el verso 23 (¡por el amor de Dios!). San Pablo no eligió un lenguaje ambigüo, de miedo o de exhortación al buen obrar, para apalear la "posibilidad" de condenación de la que claramente habla en el verso 13: "pues, si vivís según la carne, moriréis" sino que eligió la confianza esperanzada más firme que debe tener un cristiano de que el Espíritu Santo vendrá a socorrerle, de que hemos sido salvados (pasado perfecto) y que nuestra salvación actual será mantenida por el Espíritu Santo en esperanza. ¡Por el amor de Dios! el llamado es a tener un corazón repleto de la esperanza de que Dios me rescatará, de que ya tengo la primicia de la salvación que es el Espíritu Santo y que es Él quien me dice que soy hijo, que es Él quien me hace clamar ¡Abba!, que es Él quien hace morir en mí las obras de la carne, que es Él quien me guía en medio de todo esto que perece. Es ahí donde el apóstol me llama a poner mi confianza, el hecho de que yo no vea mi glorificación como cosa visible, el hecho de que yo pueda caer de este estado no es razón para llamarme a obrar y a tener miedo sino razón para vivir de la Esperanza de que seré glorificado, es nada más que una oportunidad de vivir paciente y gozosamente esta vida que tengo en Cristo y por eso pone el Apóstol tanto empeño en hablar de la imposibilidad de todo lo creado de hacer caer a un predestinado.
Sí, lo que yo veo en la biblia es un llamado a TODO cristiano a vivir con una esperanza tan atrevida que espera que él será contado entre los predestinados. Ese es el evangelio. No hay otro evangelio.
Y aquí es donde yo creo que todo se ha vuelto un berenjenal para muchos católicos.
En Trento tenemos esto dicho bien claro: Ni tampoco debe omitirse, que aunque en la sagrada Escritura se de a las buenas obras tanta estimación, que promete Jesucristo no carecerá de su premio el que de a uno de sus pequeñuelos de beber agua fría; y testifique el Apóstol, que el peso de la tribulación que en este mundo es momentáneo y ligero, nos da en el cielo un excesivo y eterno peso de gloria; sin embargo no permita Dios que el cristiano confíe, o se gloríe en sí mismo, y no en el Señor; cuya bondad es tan grande para con todos los hombres, que quiere sean méritos de estos los que son dones suyos. Y por cuanto todos caemos en muchas ofensas, debe cada uno tener a la vista así como la misericordia y bondad, la severidad y el juicio: sin que nadie sea capaz de calificarse a sí mismo, aunque en nada le remuerda la conciencia; pues no se ha de examinar ni juzgar toda la vida de los hombres en tribunal humano, sino en el de Dios, quien iluminará los secretos de las tinieblas, y manifestará los designios del corazón y entonces logrará cada uno la alabanza y recompensa de Dios, quien, como está escrito, les retribuirá según sus obras. (SesiónVI, Capítulo XVI)
Precisamente lo que el Concilio hace es decirle al cristiano que él debe confiar en Dios y no en sí mismo, que nunca debe ni puede creer que ya todas sus obras han sido suficientes para aprobar el juicio divino. El Concilio definió previamente que la obra de un justo merece recompensa, que ella no es pecado y que con ellas se satisface la demanda divina, pero (OJO AQUÍ, por el amor de Dios, OJO AQUÍ) por el mismísimo hecho de que nadie puede saberse justificado en algún momento él no puede saber si sus obras fueron hechas en estado de justicia y por lo tanto ignora también si lo que él considera "buena obra" es en realidad la obra de un justo. Por lo tanto de ninguna manera (y es por esto que el Concilio concluye así) el consejo será, de ninguna manera, que el hombre confíe en sus obras... la confianza siempre en Dios, en esperanza. Eso es Catolicismo.
Con esto en mente es que se deben leer, tal como anconseja el mismísimo Concilio de Trento, todos los textos bíblicos que prometen recompensa a las buenas obras.
Las buenas obras siempre serán el fruto de lo que Dios hace en nosotros, y Dios hace estas cosas en los que le agradan, sólo las buenas obras de los justos reciben recompensa en el cielo. Una condición indispensable, sine qua non, para el mérito es estar en estado de justicia. Y ser llevado al estado de justicia, lo mismo que ser mantenido en él, tal como afirma Trento, es gracia divina no dada en orden a nuestros méritos.
Por eso el consejo católico siempre debe ser vivir de la gracia, vivir con una atrevida confianza esperanzada de que Dios está a nuestro favor, por nosotros y no contra nosotros. Y luego, sólo luego, de ahí procederá una vida en buenas obras.
Este es el proceder bíblico y el de la Iglesia, siempre.
Sopórteme un poco más.
"Damos gracias sin cesar a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por vosotros en nuestras oraciones, al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y de la caridad que tenéis con todos los santos, a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos y acerca de la cual fuisteis ya instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio...pues Dios tuvo a bien hacer residir en él [Cristo Jesús] toda la Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos. Y a vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños y enemigos, por vuestros pensamientos y malas obras, os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su cuerpo de carne, para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de El; con tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la fe, firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que oísteis" (Colosenses 1, 3-5...19-23)
Primero se da gracias a Dios, luego se confiesa que los de Colosas son santos y tienen caridad con los otros santos "a causa" de la esperanza que tienen. Esta es la causa de su caridad, esta es la causa del amplísimo excurso que se hace en los versos que omito como exhortación a las buenas obras: la esperanza que les aguarda. Esperanza firme, que no falla, pues Dios no miente ha dicho el Apóstol más de una vez. Luego viene otra vez la "posibilidad" de condenación y su remedio, otra vez: La Esperanza inconmovible.
Esta esperanza inconmovible es el contenido del Evangelio. No hay otro Evangelio, el Evangelio de Jesús es una esperanza firme. Lo que es una "posibilidad" no es mi salvación, no es "posible" que yo me salve, si me voy a salvar mi salvación es segura, y San Pablo siempre invita a los creyentes, a TODOS los cristianos a que permanezcan firme e inconmoviblemente esperando que ellos se salvarán. En el Evangelio de Pablo no hay medias tintas, no hay temor, no hay exhortación a la consideración de que se puede caer y perder la justicia como base para el llamado al buen obrar.
Jamás pondrá San Pablo como base para la exhortación a las buenas obras la posibilidad de condenación, Jamás. La base bíblica para la exhortación a las buenas obras es la esperanza de que seremos glorificados. Sólo al que se le ha proclamado que es santo se le exhorta a bien-obrar. Al que no es santo no se le llama a que obre, se le llama a que venga a Jesús, a que reciba justificación y luego, entonces, se le llama a bien-obrar. Bien-obran los vivos, los muertos no pueden bien-obrar. A los muertos lo único que hay que hacerles es darles vida, Dios no espera buenas obras de un muerto, a un muerto Dios lo único que puede hacerle es darle vida y cuando esté vivo, le llamará a que obre bien, porque es la vida en el Espíritu Santo lo que le posibilitará el bien-obrar. (Para los listillos que le temen a Jansenio y coquetean con Pelagio... bien-obrar en orden a la salvación)
La vida la mantiene la esperanza. Una firme esperanza de que lo que Dios empezó lo llevará a felíz término.
Sin fe es imposible agradar a Dios y esa fe con la que se agrada a Dios es la garantía de lo que se espera y creencia en que Dios recompensa al que le busca (Hebreos 11, 1.6) Ningún cristiano puede creer que agrada a Dios cuando viva sumido en la duda de su salvación personal, agradar a Dios es tener la plena esperanza de que mientras perdure esa esperanza Dios salvará.
No conocer mi estado de predestinación, saber de la probabilidad de una caída final es una invitación a vivir sólidamente edificado sobre la esperenza de que sí soy uno de los elegidos de Dios, de que Dios me recompensará con Gloria. Ante esta realidad lo que Dios me pide es que ejercite toda la esperanza que Él me ha dado en que soy uno de los suyos y recibiré la gracia de la perseverancia final y no la posibilidad de la impenitencia final. Ese es el llamado que Dios le hace al que se acerca a Él
(Otros textos Romanos 15, 13; 2 Corintios 3, 12; 1 Tesalonicenses 5, 8-16; 2 Tesalonicenses 2, 2-16--3,5; 1 Timoteo 4, 10; Tito 1, 2;2,11-14; 3, 4-8.)
<< Home