jueves, junio 11, 2009

Gracia Como Presencia (II)

En el Cristianismo la doctrina de la Justificación siempre ha sido la respuesta a la pregunta de ¿cómo puede quedar el hombre en paz con Dios?

Si le hacemos esta pregunta a Tomás de Aquino su respuesta, indudablemente, sigue la misma línea que ha seguido toda la Cristiandad hasta su época: esto es, para que la situación conflictiva entre Dios y el hombre se resuelva en el hombre tiene que producirse un cambio, el hombre debe reorientarse hacia Dios. Vulgarmente, el hombre deja de obrar el mal y empieza a obrar el bien.

En virtud de lo que he venido compartiendo en mensajes anteriores hay que hacer notar que Santo Tomás también acepta el framework escolástico y desarrolla el concepto de hábito cuando habla de la gracia de Dios que nos hace agradables a Él. Santo Tomás de Aquino Pero hay en el Aquinate unas peculiaridades que hacen de su presentación una que, a mi entender, no ha sido aprovechada en su plenitud para iluminar el tema de la gracia en relación a la Presencia del Espíritu Santo en los justos.

Lo primero que llama la atención es la estrecha relación que el de Aquino pone entre el don que Dios nos hace de sí mismo y la realidad nueva que Dios crea en los justificados: " La criatura racional es perfeccionada por el don de la gracia santificante, no sólo para hacer un uso libre del don creado, sino para disfrutar de la misma persona divina. De este modo, la misión invisible se lleva a cabo por el don de la gracia santificante, y, sin embargo, se dice que se da la misma persona divina. La gracia santificante prepara al alma para poseer a la persona divina. Esto es lo que se indica cuando se dice que el Espíritu Santo es dado según el don de la gracia " (1).

Aquí uno nota que lo más importante en la justificación no es que Dios nos capacita para obrar el bien sino que Él nos capacita para poder disfrutar de su presencia. Tomás no sabe de una justificación en la que hay un Dios justo, lejano, sentado en su trono que ha tenido un poco de benevolencia al darle a sus criaturas racionales una capacidad para que enmienden sus errores y ahora Él los pueda aceptar en una especie de pacto por medio del cuál tendrán relaciones, jurídicas, con Él. Esto es más que una caricatura, lamentablemente este es el trasfondo que la gente, católica sobre todo, se imagina que tiene la Redención o el "perdón" que Dios nos ha dado en Jesús. Peor aun es el que superficialmente va y lee algo de Doctrina Católica sobre la Redención-Justificación y entonces endurece sus prejuicios (infundamentados) y lee allí la confirmación de la concepción monstruosa esta que tienen sobre Dios y su Justicia. No así para Santo Tomás, para él, Dios es uno que se entrega Él mismo para ser amado, no ya como objeto de Amor, sino como sujeto amante en el alma de aquellos a quienes Él también ama: "La gracia santificante prepara al alma para poseer a la persona divina ."

El Aquinate muestra en varios lugares que este es su verdadero pensamiento, y creo que nos hemos perdido en los tecnicismos escolásticos sin ver cómo vibra el alma de un justo que comprendió que Dios quiere estar cerca de él: "las virtudes infusas disponen al hombre de una manera más elevada y en orden a un fin más alto; luego lo disponen también en función de una naturaleza de orden superior. Lo hacen, en efecto, en función de la naturaleza divina participada, por lo cual se dice en 2 Pe 1,4: Nos puso en posesión de las más grandes y preciosas promesas, para hacernos por ellas partícipes de la naturaleza divina. Y merced a la recepción de esta naturaleza se dice que somos reengendrados como hijos de Dios" (2).

En este texto Santo Tomás está distinguiendo la Gracia de la virtud de la Caridad. Para el Aquinate la Gracia y la caridad son dos cosas distintas. Tanto en el texto anterior como en este Santo Tomás está tratando de corregir la opinión de Pedro Lombardo que habíamos visto en la que afirmaba que la Caridad es la misma persona del Espíritu Santo. Esta "corrección" que ha hecho Santo Tomás ha sido abusada por los que han "cosificado" la gracia y han querido poner al de Aquino en su equipo. Sin embargo, si bien Tomás apoya la necesidad de que en el alma debe haber un hábito creado para que el hombre pueda hacer un acto de amor, esta necesidad es ontológica porque de no ser así se reduciría el valor de la caridad. No persigue el Aquinate que se piense en una realidad material, en un "pedazo" de algo que se pone en el hombre que lo hace un ser autónomo capaz de amar a Dios de sí mismo. Esto es lo más lejano al pensamiento del Doctor Angélico.

Sólo me detengo en algo técnico para hacer más sentido. Santo Tomás distingue el hábito de la virtud, para Santo Tomás el hábito es un accidente que se añade a la esencia misma del alma, sin embargo la virtud afecta, no a la esencia del alma sino, a sus facultades. En este caso la Gracia es un hábito que afecta a la esencia del alma, y la Caridad es una virtud que afecta a una facultad del alma, específicamente a la voluntad.

De esta manera la corrección que le hace el Aquinate a Lombardo lo que significa es que el de Aquino pone más importancia en la transformación que se da en el cristiano, más que en la transformación de su capacidad de obrar. Con la presición de un cirujano Santo Tomás reconoce, y valora, correctamente la orientación tradicional que se tiene de fijarse en la capacidad de obrar el bien que el hombre recibe en la justificación, pero pasa esta realidad al segundo plano cuando resalta que lo más importante que ha pasado en la justificación es que Dios ha regenerado al hombre, que lo ha hecho partícipe de la naturaleza divina, que Dios ha transformado el alma del hombre para que el hombre ahora sea hecho hijo de Dios. Sobre el hombre no se ha hecho una declaración de justicia donde se le reputa como justo, sobre el hombre tampoco se ha impuesto un mecanismo para obligarle a obrar bien para que entonces, cuando obre bien, quede justificado. No, en el hombre se ha creado una realidad nueva para que él pueda disfrutar de la Presencia de Dios. Su naturaleza ha sido transformada para que Dios pueda morar en él. Entonces, por esta Presencia de Dios, él podrá obrar bien.

Otro paréntesis técnico. Santo Tomás justifica este orden de las cosas porque no se puede pensar que Dios lleva al hombre con la justificación a un estado peor o menos noble que el que le dio naturalmente cuando lo creó. Si el hombre puede usar las virtudes naturales porque en su naturaleza hay una realidad que le permite usar esas facultades naturalmente, entonces Dios no puede otorgarle al hombre virtudes sobrenaturales como la caridad para que las use con una realidad meramente natural. Debe haber en el hombre, entonces, una realidad sobrenatural que sostenga o comande la operación de las facultades sobrenaturales; su esencia debe ser sobrenaturalizada para que opere sobrenaturalmente.

De esta manera la Gracia que el hombre ha recibido como hábito es participación de la Presencia del Espíritu Santo en él. Y sólo por esta participación puede el hombre hacer algo bueno en orden a su salvación.

Se equivoca diametralmente el que piensa que Santo Tomás hace todo este montaje para que los actos preparatorios a la justificación sean el resultado de una suma aritmética: operación humana + operación divina = justificación.

Para entender al de Aquino con fórmulas habría que inventarse una disciplina distinta de la aritmética. Para el Aquinate es Dios el único responsable de la justificación del pecador por dos razones.

La primera porque la gracia habitual creada en el hombre es gracia creada ex nihilo. Dios la crea de la nada, no como una sustancia distinta del alma del hombre, sino como accidente, pero lo hace de la nada. De esta manera (¡y cuántos deberían prestarle atención aquí!) garantiza el de Aquino que ningún hombre puede hacer esto, que ninguna disposición humana puede sumar algo para que se dé la creación de la nada. Si alguien le había asestado un golpe mortal al Pelagianismo ha sido este hombre aquí. Y esto no es extrapolación, esta es la intención del de Aquino, corregir a Pelagio, eliminar cualquier posibilidad de hacer malabares con la gratuidad de la gracia que tenga cualquier cristiano con resabio a pelagiano: "Y así sucede con la infusión de la gracia en el alma, donde no se requiere ninguna disposición de la que Dios mismo no sea autor"(3).

La segunda es porque en la mente del Aquinate la justificación no es un proceso sino un acto divino hecho en un solo instante, Dios con un acto simplísimo infunde la gracia en el hombre y esta misma infusión logra que sean movidas las facultades humanas. De manera tal que la justificación no se logra esperando que el hombre se decida a sumar su voluntad o intelecto a algo que Dios quiere ponerle en el alma y que sólo cuando el hombre acepta entonces se da la infusión. Eso es aritmética, pero eso no es lo que piensa Santo Tomás. En la mente de Santo Tomás lo que se piensa que pasa es que cuando Dios infunde la gracia en el hombre Él mismo crea la disposición necesaria para ser recibida y es la infusión la que mueve la voluntad humana. De esta manera se excluye también todo concepto de mérito humano pues la gracia no se infunde como consecuencia de la aceptación humana sino que ella misma causa la aceptación humana. Sin violencias ni al margen de la creación que Dios mismo ha hecho, sino precisamente en ella: "la justificación del pecador es producida por la gracia del Espíritu Santo justificador. Mas el Espíritu Santo adviene a la mente del hombre súbitamente, según aquello de Act 2,12: Se produjo de repente un ruido procedente del cielo, como de un viento impetuoso que se levanta, acerca de lo cual dice la Glosa : La gracia del Espíritu Santo no conoce las lentas tentativas. Luego la justificación del pecador no es sucesiva, sino instantánea.

La justificación del pecador, considerada en su origen, consiste toda ella en la infusión de la gracia, por la cual es movido el libre albedrío y es borrada la culpa. Mas la infusión de la gracia se produce instantáneamente y sin sucesión
" (4).

Santo Tomás, lamentablemente, ha sido usado como bandera para expresar una especie de pelagianismo piadoso con el que se juega a la aritmética, con el que se interpone entre Dios y la criatura una especie de "pegote" que sirve de intermediario entre Dios y el hombre. Sin embargo para Tomás Dios sigue siendo el que recibe toda la gloria y por la única razón que existe en el hombre una realidad creada en su justificación es para que Dios siga siendo el Perfecto y Suavísimo Conductor de lo que Él ha creado ordenadamente sin que se pase por alto su Perfecta Providencia. Dios sigue siendo el autor de la justificación del hombre, porque está en él, moviéndole, porque su presencia lo dirige todo, y para los que siguen jugando con las alternativas lo ha dejado claro: "Dado que el hombre no puede prepararse para la gracia sin que Dios le prevenga y le mueva al bien, poco importa que se llegue de repente o paulatinamente a la preparación perfecta " (5).

Para Santo Tomás el hombre le es agradable a Dios porque Dios se ha decidido a amarle y porque su amor causa bien y bondad en las cosas que ama. Y toda esta "causación" divina es nada más y nada menos que la acción de la Presencia de Dios en el objeto de su Amor.

Para el de Aquino gracia creada es sinónimo de que la Gracia Increada, el Espíritu Santo, está operando y eso lo hace porque ama, deleitado, al hombre en el que in-habita.

Parte I

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Notas

1. Summa Theologica I, q. 43, a3, ad.2.3
2. Summa Theologica I-II, q. 110, a3, res.
3. Summa Theologica, I-II, q.112, a.3, ad. 3
4. Summa Theologica, I-II, q.113, a.7, sed contra. res.
5. Summa Theologica, I-II, q.112, a.3, ad. 2

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