miércoles, abril 29, 2009

La Predestinación De Cristo

Me pregunto si Karl Barth le prestó suficiente atención al problema de la Predestinación de Cristo tratado en la teología católica medieval; no pretendo que Barth se interesase por las controversias católicas, le diera respuestas a las preguntas que de ellas salían y se declarase partidario de un bando u otro; lo que digo es que me quedé con las ganas de verle tomarse en serio lo que había detrás de estas disputas; pero es que él ni siquiera hace referencia a las cuestiones que allí se discutían. Y me causa gran curiosidad que no lo haya hecho porque allí yo creo que hay pruebas para refutar su apreciación de la doctrina católica tradicional.

En el post anterior me refería a la centralidad que cobra la persona de Jesús en la presentación de la doctrina de la predestinación de Karl Barth. Para Barth Jesús es el elegido de Dios, Dios elige al hombre en Cristo, es imposible imaginarse que Dios pueda reprobar a un hombre sin hacer referencia a que Cristo asumió sobre sí mismo la reprobación que le tocaba al hombre. Hablar de un dios que, en honor a su libertad, decide quien se condena y quien se salva, ni es Evangelio ni es hablar del Dios Padre de Jesucristo, y de esto han pecado los representantes tradicionales de esta doctrina. Y los acusados principales son Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, ellos fueron los responsables del desvarío en el que terminó la Iglesia en esta doctrina.

Es interesante hacer notar que Barth les acusa de iniciar sus disquisiciones haciéndose preguntas que no están en la Biblia, que la Biblia no pretende contestar y que esta es la razón por la que sus conclusiones están viciadas desde el principio. Sin embargo me parece que Barth no le aplica su mismo principio cuando trata de entenderlos a ellos, y aparentemente los seguidores de Barth tampoco. Quiero decir, que uno no puede pretender hacerle a estos Santo Doctores preguntas que ellos no habían tratado ni pedirles usar un método que ellos no usaron (Cristocéntrico) y luego acusarles de que como ellos no alcanzan conclusiones evangélicas-cristológicas pues entonces sus principios están viciados.

A ver ¿por qué se pretende someter a la representación tradicional católica a la camisa de fuerza de la reprobación "en Cristo" y de la elección "en Cristo" de todo el hombre? ¿se ha probado que esa es la presentación de San Pablo? Yo creo que Barth no ha logrado eso. Yo creo que San Pablo no ha dejado el camino abierto a imaginarnos que la objetividad de la obra de Dios Padre en Cristo se puede equiparar con la subjetividad que caracteriza el apropiarse del beneficio de la Cruz en cada hombre. Aunque Barth censuró una y otra vez el universalismo y lo consideró como una alternativa imposible para el Cristianismo, creo entender, con von Balthasar, que su censura era más bien abstracta y de puras palabras, pero que ese era el precio que se tenía que pagar por su presentación "sin costura" de esta doctrina de la predestinación: la puerta abierta a la apokatastasis. Yo, contrario a von Balthasar, no creo estar seguro que este hecho sea lo más grandioso de su presentación.

Ahora bien, ¿es cierto que la presentación de Tomás y Agustín no es Evangelio? ¿No es Cristocéntrica? Veamos un poco en el problema de la predestinación de Cristo donde Santo Tomás asevera seguir a San Agustín.

San Agustín enfrentaba un problema particular: el Pelagianismo; y ante este problema San Agustín sencillamente quería responder a la pregunta de si la Predestinación de Cristo fue causada por la pre-visión de sus méritos. La respuesta de San Agustín es en lo negativo, Cristo, modelo ejemplar según el cuál son predestinados los hombres, no fue predestinado porque se haya previsto algún mérito suyo, por lo tanto tampoco los hombres lo son. Este era el error que Agustín quería corregir, nosotros fallaríamos, y lo hemos hecho, si reducimos las bastas implicaciones de esta Predestinación Particularísima en la mente de San Agustín a la sóla corrección de este error. El de Hipona no responde a esta pregunta en lo abstracto ni basándose en la realidad, o en observación alguna, sino en la Palabra, lo hace haciendo exégesis bíblica.

Santo Tomás, que tiene que responder a los mismos problemas que enfrentó San Agustín, enfrentó también otros. En particular la presentación de otro católico, el venerable Duns Scoto. Por eso me basaré en Santo Tomás ya que su visión es más comprensiva y extensa.

Cuando se va a hablar de la predestinación de Cristo Scoto encuentra el momento para sostener que Dios Padre no tuvo que pre-ver la caída del hombre para predestinar la Encarnación de Cristo, sino que El Verbo, la Segunda Persona de la Trinidad, se encarnaría incluso si el hombre no pecara. De aquí surgió el famoso artículo discutido sobre "El Motivo De La Encarnación" teniendo a San Anselmo, San Buenaventura y Santo Tomás, entre muchos otros, como los defensores de que la razón por la que Cristo se encarnó fue para redimir y elevar a la gloria al pecador, defendiendo que si Adán no hubiese pecado Cristo no se hubiese encarnado. Aunque el Aquinate trata por separado los problemas de la predestinación de Cristo y el motivo de la Encarnación, en su mente él reconoce la relación de ambos problemas y así los trata.

Es interesante hacer notar la crítica que hace Reginald Garrigou-Lagrange de la opinión de Scoto:

En primera consideración, es sorprendente que Santo Tomás, quien es un intelectualista, dijera: Ya que la Encarnación es un libérrimo y absolutamente gratuito regalo de Dios, su motivo puede ser conocido solamente por revelación; mientras que Scoto, quien es un voluntarista inclinado al liberalismo, quisiera establecer el motivo de la Encarnación por argumentos o razonamientos cuasi-a-priori, como los intelectualistas extremos hacen, tales como Leibnitz y Malebranche, quienes dicen que la Encarnación es moralmente necesaria de manera que el mundo pueda ser el mejor de todos los mundos posibles.

Así en el Tomismo la Encarnación es vista como el mayor hecho del universo entero, pero es un hecho contingente en el que el libérrimo y gratuito amor de Dios por nosotros se hace manifiesto por vía de la misericordia. "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a Su único-Hijo".

Así esta tesis de Santo Tomás, si la comparamos con sus otras tesis sobre el intelectualismo moderado y la libertad, tiene un profundo significado, ya que ella significa que, en el orden sobrenatural, en tanto que este orden es gratuito, la libertad divina reina suprema y su predilección es libérrima, el motivo de la cual puede ser conocido sólo por revelación.
(Reginald Garrigou-Lagrange, On Christ. The Liberty Of The Decree Concerning The Incarnation. Traducido por mí sin permisos explícitos.)


Sorpende que siendo la intención del Aquinate corregir a alguien que está abstractamente filosofando en algo que se requiere someterse a la revelación, ahora otra persona (Barth) acuse al de Aquino de no ser bíblico. Lo que más sorprende es que esto lo subraya con meridiana claridad un Tomista moderno, contemporáneo de Barth, precisamente criticando al voluntarismo, y al intelectualismo liberal que prescinde de lo revelado para hacer teología. ¿Qué se perdió Barth? Santo Tomás lo que quería hacer era permanecer fiel a la Revelación. Pero veamos entonces en qué consiste la respuesta de Santo Tomás.

El Aquinate responde en negativo a la pregunta de si Cristo se hubiese encarnado si Adán no hubiese pecado con cinco puntos:
1. Todo en la Encarnación confluye a convertirse en remedio del pecado.
2. La omnipotencia divina puede perfeccionar al hombre orientándole a un mero fin natural. El perfeccionamiento de las cosas que hace la omnipotencia divina no requiere su elevación al orden sobrenatural.
3. La capacidad de ser elevado al orden sobrenatural que tiene la naturaleza humana no requiere que Dios tenga que elevarla a este orden de facto.
4. La predestinación de Cristo se hizo a razón del preconocimiento del pecado del hombre para salvarle.
5. Dios pudo revelar la Encarnación al hombre antes de que pecara.

Antes de tratar estos puntos sería bueno que dejara que él mismo introdujera mi explicación y aplicación a este caso:
Unos dicen que el Hijo de Dios se hubiera encarnado aunque el hombre no hubiese pecado. Otros sostienen lo contrario. Y parece más convincente la opinión de estos últimos. Porque las cosas que dependen únicamente de la voluntad divina, fuera de todo derecho por parte de la criatura, sólo podemos conocerlas por medio de la Sagrada Escritura, que es la que nos descubre la voluntad de Dios. Y como todos los pasajes de la Sagrada Escritura señalan como razón de la encarnación el pecado del primer hombre, resulta más acertado decir que la encarnación ha sido ordenada por Dios para remedio del pecado, de manera que la encarnación no hubiera tenido lugar de no haber existido el pecado.

(Tomás de Aquino, Summa Teológica IIIa, q. 26, a. 3)


Aquí tenemos el corazón de Santo Tomás: en cuestiones de gracia y gloria hay que dejar que la Revelación dicte qué se debe creer. Algo interesantísimo de este caso es que Barth podría situarse del lado escotista con facilidad, pero él jura ser fiel en extremo al testimonio bíblico, sobre todo basándose en Efesios y Colosenses. Santo Tomás deja de lado a otros doctores católicos y al mismo Escoto porque prefiere serle fiel a las Escrituras y no dejar que las disquisiciones filosóficas le dicten qué creer. Creo que Barth no se tomó esto tan en serio, me parece que el nombre de Santo Tomás no cabe en la amplísima presentación que Barth hace de las disputas Protestantes entre Supralapsarios e Infralapsarios, y lo único que Barth hace es decir que los Infralapsarios al querer corregir los excesos de la teología Supralapsaria no puede romper del todo con Santo Tomás sino que acepta sus principios. Es cuasi-ofensivo que lo único que la opinión de Tomás signifique para Barth sea esto, y en este contexto. Santo Tomás ha optado por la Biblia.

Ahora, entrando en detalle en la respuesta de Santo Tomás lo primero que hay que resaltar es que Santo Tomás se basa en la autoridad de San Agustín y éste a su vez se base en la Biblia al ciento por ciento. Santo Tomás citará indistintamente a San Pablo o a San Agustín, pero cita a Agustín no sólo por ser autoridad eclesial sino porque reconoce en él a un fiel intérprete de la Escritura.

En sus cinco puntos el de Aquino defenderá que la razón de ser de la Encarnación era medicinal, por lo tanto cuando Cristo es predestinado el Padre le predestina para que libere al hombre del Pecado. Aquí no interesa discutir si esta visión de Santo Tomás era estrecha o si uno prefiere la Escotista. Lo que señalo y resalto es que en Santo Tomás el principio mismo de la Predestinación de la elección divina es Cristocéntrico, y Cristo no es aquí el Supremo Ser Ontológico de los Escotistas, sino, antes que cualquier cosa, la misericordia-graciosa-sanante y glorificante de Dios. Cuando Santo Tomás piensa en predestinación piensa en la de Cristo antes que todo y cuando piensa en Él piensa que Dios le predestina para que salve, para que muestre la bondad perdonadora de Dios, el de Aquino ha rechazado a sabiendas, consciente, ordenada y detalladamente una representación de la predestinación de Cristo que excluya el mostrar la misericordia de Dios que se encuentra con el pecador para salvarle. Para Santo Tomás la Encarnación, por tanto la Predestinación de Cristo, sólo tiene sentido como predestinación al bien, para salvar al hombre de su pecado.

¿Puede sostenerse que esta presentación Tomista-Agustiniana es abstracta o anti-bíblica? Creo que independientemente de la disputa Supra-Infralapasaria Protestante, o de la Escotista-Tomista, la acusación de que la presentación Tomista no es ni Cristocéntrica ni Bíbliocéntrica no se sostiene lo suficiente.

Termino con una cita más del Aquinate:
Si nos fijamos en el mismo acto de la predestinación, la de Cristo no es causa de la nuestra, ya que con un solo y mismo acto nos ha predestinado Dios a nosotros y a Cristo. En cambio, si la predestinación se considera en cuanto a su término, la de Cristo sí es causa de la nuestra, porque Dios, en su predestinación eterna, dispuso que nuestra salvación fuese realizada por Cristo. Bajo la predestinación cae no sólo lo que ha de ejecutarse en el tiempo, sino también el modo y el orden en que ha de realizarse.
(Tomás de Aquino, Summa Teológica IIIa, q. 24, a. 4)


En la mente del de Aquino el Dios que predestina definitivamente sí es el Padre de Jesús, Él ha predestinado a Jesús junto con nosotros. Esto es demasiado, demasiado, demasiado para ser ignorado. Santo Tomás piensa que en un simplísimo acto Dios predestina a Cristo y los hombres, por tanto en Santo Tomás aquello del "decreto absoluto" es un decreto cristiano, un decreto cristocéntrico donde Cristo es predestinado como causa de la predestinación del hombre. Santo Tomás se toma dolores y esfuerzos para mostrar que la predestinación del hombre, aunque se hace en el mismo acto que la de Cristo, tiene como sustento-causa la de Cristo de manera que nadie piense que su predestinación es algo paralelo a la de Cristo y no producto de la de Él.

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