Seguridad Por Oscuridad
Puedo recordar perfectamente la excitación que experimenté luego de que mi primer módem dejó de chillar y vi un letrerito en el prompt que me decía que me había conectado. ¡Estaba en línea, en la red abierta! La curiosidad me empujaba a lo impensable... era fácil curiosear, estaban esas cajas super-protegidas, impenetrables y estaban esas otras a las que era fácil... pues eso.
El concepto de seguridad en aquél entonces era lo que se llama seguridad por oscuridad, algo así como que si no dices qué tienes, cómo o dónde lo tienes pues estás seguro. El tiempo fue demostrando que eso era sencillamente insuficiente, y que si usted quería estar seguro en la red pues tenía que proveer seguridad real y verdadera para lo que tiene y no escudarse tras la nube de la ignorancia.
Cuando del tema de la salvación se trata, me parece que en el Catolicismo todavía estamos usando el viejo esquema de seguridad por oscuridad. Es como que todo lo que no es revelado sobre la salvación se entiende que no ha sido revelado para que estemos más seguros.
Leo este post del iMonk (Michael Spencer) y me encuentro con esta vehemencia con la que Michael se opone a esta versión del "evangelio" en la que Jesús sólo ha hecho de la salvación algo "posible". No puedo evitar sentirme interpelado cuando alguien escribe con tanta fuerza que "si yo puedo ir al infierno, entonces iré. Es así de sencillo." No, no es la petición de disculpa al católico lo que me mete en la conversación, yo siempre he estado en esta conversación.
¿Qué tenemos nosotros, católicos, en contra de la seguridad de salvación del creyente? Toda nuestra tradición, dogmática incluída (entiéndase tradición con T mayúscula), asegura que nadie puede saberse dentro del número de los predestinados a menos que no se le revele especialmente con revelación privada y particular. Yo con eso no tengo problemas. Es fácil entender que mi salvación personal no es parte del Depósito de la Fe y por tanto la Iglesia no puede asegurar que mi salvación es infalible; a ella eso no se lo han revelado y ella no más sirve para apuntar a la revelación, no la puede crear. Por el contrario, Dios sí le ha enseñado a la Iglesia que alguno de los que prueban el don de la gracia santificante la pueden perder y por tanto condenarse. Con eso, evidentemente, tampoco hay problema.
Mi problema es: ¿por qué en toda la tradición (con minúscula), tenemos que esto es mejor así, es decir, que no sepamos nuestro estado de salvación particular es mejor porque así nos aseguraremos de portarnos bien y no pecar?
Hay algo terriblemente chueco en esta manera de pensar. No se le puede restar su valor didáctico a esta presentación, pero me parece que peca de carecer de la sublimidad típica de tanto santo para tratar otros temas.
Lo que tenemos es esto:
1. Me salvo por gracia, no por mis méritos personales.
2. Me condeno por mi pecado personal.
Entonces proclamamos un "evangelio" de la gracia donde Dios es el responsable de mi salvación, pero donde yo soy responsable de mi condenación. En otras palabras yo puedo decidir condenarme. Mi decisión personal es más fuerte que la de Dios. No es que Dios se decide unilateral y decididamente a salvarme, sino que yo soy el que decido si su voluntad general, endeble e ineficaz para salvar a todos los hombres, voluntad que pusilánimemente le ofrece la "posibilidad" de salvación a todos, termina haciéndose efectiva y me salvo. Yo soy quien me distingo. Esta es la mejor versión del "evangelio de la gracia" que oye uno por aquí.
El más aguzado en el tema de la gracia paulina-agustiniana-tomista llega hasta afirmar que no, que el hecho de que yo no peque ya es una gracia de Dios, que es Él quien me preserva de pecar. Pero si usted le pregunta si puedo contarme entre los predestinados, le dirá que no. Al "¿por qué?" le responderá que para que no descuide la virtud, entonces peque y se pierda. *SHRUG*
Entonces no es Michael Spencer quien me invita a diálogo, ¡¡¡es Dios quien me llama a comprenderle mejor!!!
¡No! ¡Vamos! ¡¿Cómo es posible que el conocimiento de la verdad me va a hacer daño?!
No sé si usted nota lo que está pasando aquí es que hay algo que está mal. En este esquema la base para la obediencia es el miedo, es la ignorancia. Ni siquiera se le puede llamar "base" a esto, esto es una incertidumbre total a la que no se le puede llamar fundamento.
¿Qué quiero? ¿Que ahora todos los bautizados SEPAMOS que somos predestinados? Pues no, lo que quiero es que nuestra base sea la virtud de la Esperanza. Esa olvidada, esa virtud-buena-para-nada, esa no-predicada, esa excusa, esa complemento de un trío teologal en el que una es católica la otra protestante y ella pertenece a la tierra de nadie.
Le dedicaré otro post a ella.
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