miércoles, julio 29, 2009

Prolegómeno A Una Esperanza Firme

La tensión que presenta el tema de la seguridad de la salvación se ha hecho reposar, incorrectamente, sobre el tema de la gratuidad de la gracia. La manera en la que el Protestantismo y el Evangelicalismo enfrentan este problema es creando un binomio irreconciliable: o Dios nos salva una vez y para siempre, o el hombre es quien decide con el uso de su libertad su propia salvación. Esto es lo mismo que decir, la gracia de Dios es eterna, infalible e irresistible o la gracia de Dios necesita de la cooperación de la libertad humana para ser efectiva. Para lo que a mí compete en este tema es lo mismo que decir: o cuando quedo justificado ya tengo garantía irrevocable de salvación o si puedor perder lo que Dios me da soy yo, y no Dios, quien decide mi salvación. Para no usar más palabras que se presten a confusión: o me salva sólo Dios o yo ayudo a Dios a salvarme.

Casi todos los cristianos han aceptado este binomio y tácitamente optan por uno de los dos términos, como si no hubiese más. Las disputas de no acabar consisten en subrayar el término que se apoya y descartar el otro.

Catolicismo no es sinónimo del segundo término, Catolicismo no es sinónimo de este tipo de "cooperación". El Catolicismo puede perfectamente mantener la gratuidad de la gracia, subrayar hasta el asombro la eficacia intrínseca de la gracia, pregonar y defender con vehemencia la predestinación absoluta de los santos y no concederle ni un sólo ápice de verdad a esta deformación de la doctrina de la Perseverancia de los Santos que se quiere mantener con slogans como "salvo siempre salvo", "la salvación no se pierde" o "salvado una vez, salvado para siempre".

Quizá tenga que decirlo para que se vea más claro. Existe un Catolicismo en el que Criador y criatura no son agentes iguales que aportan cada uno lo suyo para que el resultado final sea la salvación de la criatura. Hay un Catolicismo en el que Dios es el único agente de salvación y en su acción divina Él incluye la acción de sus criaturas, pero porque lo pensó Él así y porque es Él quien va a llevar a su criatura a acción. En este Catolicismo "cooperación" es que Dios respeta la voluntad de sus criaturas libres, pero este respeto no significa que Dios espera que la criatura actúe sino que Él las lleva a actuar persuadiéndolas, excitándolas, moviéndolas y actualizándolas. Y esto lo hace sin violentar la libertad de la criatura y por esto, y no por otra cosa, se usa la palabra "co-operación", porque Dios no opera sobre la criatura libre como opera sobre las inanimadas sino que opera en ellas llevándolas a operación y entonces hace en ellas lo que Él quiere que ellas hagan, a través de ellas.

Hay terceras opciones a este binomio Protestante. Si fuéramos justos, le daríamos todo el mérito a otra persona por crear este binomio... a Pelagio. Fue él el primero en plantear las cosas así, lo único que en vez de optar, como el Protestantismo, por el primer lado, él optó por el segundo, y evidentemente con mayor deformidad. Hablo de su etapa final, antes de las controversias con Agustín vía la Sede Romana luego de las que cambió considerablemente su postura inicial.

El "católico" que acepta esta presentación y anda nadando en las aguas de esta representación binomial tiene que tener cuidado de a qué lado le concede su sumisión. Por correrle al Protestantismo muchas veces se lanza en brazos de Pelagio, sin saberlo.

Hay alternativas a este binomio.

El hecho de que yo no sepa por la Revelación universal si yo puedo contarme dentro del número de los predestinados, el hecho de que real y efectivamente la Revelación declara que un justificado, uno que ha probado del don de la justificación, puede terminar condenándose no significa que se ha creado así un "catolicismo" en el que el hombre debe creer que en sus manos está la opción de salvarse, que es él quien se distingue de los otros hombres. Porque la Revelación no contenga esta información de mi predestinación particular, porque la Revelación declare que los justos pueden perder la justicia, no significa que el "evangelio" a proclamar sea uno en el que toda mi esperanza de salvación radica en mi buen obrar como garantía de que quedaré salvado. Esa jamás puede ser la base para el vivir del cristiano ante este desconocimiento de su estado de salvación personal.

No se emocione el molinista-arminiano; ni pretendo entrar, ahora, en estas controversias ni tampoco pretendo darle puntos a estos grupos, lo que quiero es mostrar que yo no acepto la obligación Protestante (Pelagiana) de tener que hacer bando con "una de dos" en un binomio claramente viciado y corrupto. Al igual que siempre lo verdaderamente Católico está en el medio, no en los extremos.

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