domingo, mayo 17, 2009

El Espíritu Santo Como Don (I)

Los cuatro evangelistas coinciden en que en los últimos días de Jesús aquí en la tierra su predicación incluyó, de una manera especial y marcada, el tema de la persona del Espíritu Santo. Luego de su resurrección el tema del poder de Dios y de la recepción del don del Espíritu Santo se hacen uno solo y ocupan buena parte de las intervenciones del Resucitado.

Pero es el autor del evangelio de Lucas en lo particular quien llama mi atención. La tradición católica supone que Lucas, el médico del que habla San Pablo en Colosenses 4, 14 es el mismo evangelista de Hechos 16, 10 que narra en plural lo que ha pasado y por tanto el mismo escritor del libro de los Hechos de los Apóstoles y del Evangelio que lleva su nombre.

Lucas parece obsesionado con la persona del Espíritu Santo; el libro de Hechos, como creen algunos, podría perfectamente llamarse el Evangelio del Espíritu Santo por el dominio casi absoluto de su presencia en cada suceso; su evangelio se termina con un llamado a esperar el don del Espíritu Santo y con la recepción de este don se inicia el libro de los Hechos. Es como si Lucas pensara que el culmen de la vida de Jesús era otorgar a los hombres el don del Espíritu y que la consistencia de la vida en Cristo es precisamente ser marcados por el don del Espíritu.

Lucas es mi evangelista preferido, su estilo es bien moderno y él se detiene en detalles que a la mentalidad moderna y a la de un hombre de ciencia en particular le interesan. A este médico racional de origen gentil le debió haber llamado bastante la atención la peculiaridad de que Jesús se dedicara a mezclarse con los gentiles, les tratara bien y siempre les hablara de la misericordia de Dios. El Jesús de Lucas es uno con entrañas de misericordia y bondad. Es sorprendente que siendo Lucas el médico a él no le interesen tanto como a Marcos los milagros de Jesús, ni el poder sanador de Jesús, ni la condición divina de Jesús. A Lucas parece que le sorprendía más que el poder de Jesús era transferible, que lo que hacía a Jesús poderoso era la unción que recibía del Espíritu Santo, y que ese Espíritu está prometido igualmente para todos los hombres que crean en Jesús. A este médico de seguro le impresionó hasta marcarlo en lo más hondo el que los hombres recibieran la capacidad de doblar las leyes de la naturaleza. Entender que Jesús era el Hijo de Dios, de condición divina, enviado del Padre era mucho, pero una vez aceptado de él se podía esperar todo. Pero ver a hombres de carne y hueso, a pecadores y a gentiles haciendo prodigios, teniendo visiones, hablando lenguas extrañas, profetizando, con valentía y ánimos tan inusuales tenía que ser una experiencia (para un médico) digna de estudiarse a fondo, que fascinaba por su comprobación y constancia cotidianamente.

Aunque uno no las vea literalmente de seguro que en la mente del médico se revolvían estas preguntas ¿De qué se trata recibir él don del Espíritu Santo? ¿Cómo se recibe? ¿Qué se logra con ello? y ellas tienen respuesta sobre todo en Hechos.

"Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2, 38)

Este verso parece poner la conversión y el bautismo como condición para la recepción del don del Espíritu Santo. Pero el mismo Lucas narrará luego que Felipe (parece que no es el Apóstol sino el evangelista de Hechos 6) bautizó a los samaritanos, que su evangelización estaba acompañada de signos prodigiosos y aun así los samaritanos no recibieron el don del Espíritu Santo en el bautismo sino hasta que Pedro y Juan fueron y les impusieron las manos. Hay que hacer notar que este no es el mismo caso cuando Pablo visitó a Éfeso (Hechos 19) y ellos no habían oído hablar siquiera del Espíritu Santo, Apolo no era muy versado en el Camino y de seguro su predicación era más bien de orden moral y se le pasó hablar de lo netamente cristiano que es recibir este don (cualquier parecido con la actualidad de seguro que no es coincidencia). En este caso ya los samaritanos habían sido bautizados por un hombre cercano a los apóstoles, un hombre que no sólo conocía al Espíritu Santo sino que estaba lleno de él y era todo un taumaturgo.

Entonces si el bautismo y la conversión son condiciones para recibir el don del Espíritu no lo son en el sentido de que ellas garantizan este don, sino en el sentido de que sólo a los conversos-bautizados se les regala... ¿De verdad?

Parece que sí pues en Hechos 5, 32 aparece Pedro enseñando que "Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen." entonces esta obediencia puede ser sinónimo de conversión... ¿En serio?

"Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra" (Hechos 10, 44)

Qué curioso que el mismo que aparece predicando aquí sea Pedro, el mismo que llamó a la gente a que se convierta y bautice para recibir el Espíritu. El mismo que condicionó el don a la obediencia. Curioso que el contexto de este suceso incluye la revelación hecha a Pedro de que el Espíritu es para los gentiles también. Es probable que en este pasaje Lucas esté contestando a la pregunta de cómo se recibe el Espíritu y que esté corrigiendo la idea de que hay que hacer algún tipo de acto para recibir al Espíritu. Aquí es el don del Espíritu Santo el que capacita y habilita al hombre para que sea bautizado y no al revés. El Espíritu se adelanta a las mismas concepciones de Pedro, Pedro no sabía lo que iba a pasar, Pedro no estaba contando con que el Espíritu "cayera" sobre estos inconversos.

Uno podría pensar que Cornelio se lo merecía (Hechos 10, 4), pero el Espíritu no hizo acepción de personas ni en cuanto a la raza ni en cuanto a los que dan limosna y los que no, ni entre los que oran y los que no. Es el Espíritu el que da oídos para oír la Palabra que se proclama, y él se los da a quien quiere. Esa es la moraleja que nuestro médico parece perseguir. El Espíritu mismo es quien elige a quienes se les va a regalar, Él providencialmente hace que todo coincida para regalarse. Y si bien Él usa a los hombres y sus acciones, no son ellos los causantes del don sino el Don la causa de ellos.

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