¿Para Siempre?
"y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre" (Juan 14, 16)
No es que tenga yo preferencia alguna por la Dialéctica, pero de vez en cuando le veo mucho beneficio a tomar una verdad de fe y ponerla a prueba: escudriñar cuándo, cómo y bajo qué condiciones fue definida como verdad católica y de fide. Mucha sorpresa me he llevado al descubrir que algo que tenía por verdad inmutable no es más que una teoría entre tantas, apenas la que goza de mayor aceptación.
La doctrina de la In-Habitación del Espíritu Santo es un tema que me apasiona y me seduce tanto que en algunos momentos llega al nivel de sacarme de cualquier tipo de interés o responsabilidad para centrarme sólo en él.
Siempre me ha molestado imaginarme al Dulce Huésped del Alma recogiendo sus maletas y marchándose de mi interior porque cometí un pecado mortal. ¡Hay algo tan repugnante, para mi pobre mente, en imaginarme que este Honorable Visitante, nada más y nada menos que el Señor y Dador de la Vida, se preste al relajo de estarme habitando y saliendo de mí al antojo de mi corrupta voluntad pecaminosa!
Aborrezco el laxismo psicológico barato que introdujeron algunos hijos de la Compañía de Jesús temprano en el siglo XVI en esta Iglesia Católica y que nunca ha sido saneado del todo. Eso de estar queriendo buscarle la vuelta a todo pecado para que no sea grave ni mucho menos mortal.
Para mi conciencia inquieta, al enfrentarse al remordimiento de un pecado, nunca ha sido una solución tratar de empequeñecer mi pecado... eso nunca me funcionó. La solución, la paz y el gozo, siempre han venido al descubrir la grandeza de mi Salvador.
Mi problema no está en la doctrina tradicional que me quiere mandar al infierno cuando peco mortalmente. No, tranquilos, no me hacen falta ni manuales ni teólogos para subrayarme que allí debo estar; para eso me basta mi conciencia apenas cometo el más pequeño de los pecados veniales.
Mi problema lo tengo con la dignidad del Espíritu Santo. ¿No va en detrimento de la dignidad del Espíritu Santo esta idea de que cada vez que peco mortalmente Él me deja, para apenas empezar celosamente y con deseos ardientes (Santiago 4, 5) a tratar de volver a in-habitarme?
No se ría el ilustre que lee esto. Entienda que le he buscado la vuelta entre la relación de la gracia creada y la increada, la distinción entre caridad y gracia santificante en el Tomismo, el modo de la misión de las personas divinas, entre Palamas, Duns Escoto y Seripando, hasta a Joviniano y a W. Ockham los he considerado. No es que me tome tan literal la salida y entrada del Espíritu Santo, como si fuese un extraterreste de Men In Black. ¿Pero me tolera al menos que me da tristeza de muerte tener que defender que cuando estoy en pecado Dios real y efectivamente se aparta de mí? ¿es tan difícil entender que no me consuela ni un poco que Conciliarmente me hayan dicho que Dios no abandona a nadie que no lo abandone primero?
¡Qué desgracia más grande tener que defender que hasta los predestinados cuando pecan dejan de ser Hijos de Dios! ¿De qué me sirve un "carácter impreso permanentemente" si Él se va, si Él no es permanente?
Si mi Amado me dijo que Él estaría conmigo para siempre ¿cómo puede serme de consuelo cualquier explicación que me diga que eso no es cierto? ¿Cómo puede serme de consuelo o conveniencia que se vaya Quien acompañaba, comía y acogía a los pecadores si su Enviado es uno que se marcha del lado del pecador y sólo vive con el justo?
Opciones ¿imposibles?:
1. ¿Puedo ser in-habitado por el Espíritu sin el hábito de la gracia santificante?
2. ¿Puedo condenarme participando de la In-Habitación?
3. ¿Puede perderse la caridad sin que se pierda la gracia habitual?
Tomista al fin respondo en negativo a todo, pero eso ¿es "de fide"? ¿Qué de los ortodoxos que ni tienen gracia creada ni tienen pecado "mortal"?
Tal como dijera Küng, el problema con las herejías no se acaba con la inclusión del error en la Iglesia, lo grave es la verdad que se saca de la Iglesia, lo grave es esa limitación que se hace en la Iglesia para encerrar la verdad en un cuadro y separarla del error, esa misma verdad que antes gozaba de una amplitud ilimitada en la Iglesia.
Uno tiene problemas al querer cuestionarse la pérdida de la In-Habitación porque hay errores por montones que propusieron esto con finalidades diversas. Nadie pondría en riesgo su ortodoxia por algo tan ampliamente aceptado en el Catolicismo. Pero de verdad quisiera descubrir a algún autor con esta misma inquietud.
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