martes, noviembre 11, 2008

El Caso Henri de Lubac

Mi contacto con la obra de Henri de Lubac en lo que atañe a la relación entre Naturaleza y Gracia viene a raíz de mi búsqueda de la opinión de autores modernos cercanos a Joseph Ratzinger sobre este tema. Sobre todo luego de que la obra que publicara Johann Auer, en la serie teológica que escribió junto a Ratzinger, titulada "El Evangelio de la Gracia" no me causara mayores impresiones.

Henri de Lubac
Ya que quien hoy es el Papa Benedicto XVI ha introducido en varias ocasiones a de Lubac, fundó junto con él la revista Communio y nunca se ha reservado elogios y alabanzas para el trabajo del teólogo francés, pensé que me haría bien conocer su trabajo dado que Ratzinger siempre será una referencia teológica importante para mí, así fue como me decidí a conocer a de Lubac.

Empecé con la introducción que de su pensamiento escribiera Han Urs von Balthasar en el librito titulado "The Theology of Henri De Lubac: An Overview" y luego tomé directamente su "Augustinianism And Modern Theology". Cuando empecé a leerlo recuerdo que mi primera impresión fue: "¡Wow! ¡He aquí un teólogo católico que habla claro y no se pierde en el mumbo-jumbo filosófico-eclesiástico como los demás!". Lo disfruté desde la primera línea, lo confieso. No había visto tanta claridad y tanta frescura en un teólogo católico moderno; me recordaba lo que experimenté con Barth, pero claro, en mucho menor escala, aunque recuerdo haberme dicho al inicio una que otra vez: "aquí encontré mi Barth-Católico".

Eso hasta que empezó a aburrirme su constante referencia al estado político-social del hombre moderno y cuando descubrí que la claridad en la expresión no era tan clara en la intención que tenía al relacionar elementos claramente antitéticos con un gusto poco común por lo paradójico. Estuve al borde de dejarle de lado cuando me exasperaba el verle tratar temas tan apasionantes como las controversias de San Agustín con Pelagio, el problema de teólogos medievales contra Jansenio y Bayo desde un punto de vista tan especulativo como el del fin último del hombre y su crítica de la teoría de la "naturaleza pura", esto no parecía acabar nunca y para mí era de poco interés. No le presté suficiente atención a este problema hasta que llegada casi la mitad de la obra le vi lanzar una crítica incendiaria contra Cajetan, Báñez y el Tomismo tradicional. Ya ahí la cosa dejó de parecerme aburrida y otra vez volvió la pasión. Fue aquí cuando empecé a descubrir ese ataque hacia el tomismo tradicional y por primera vez leí los nombres de Etienne Gilson, M.D. Chenu, Bernard Lonergan, Hans Urs von Balthasar y Karl Rahner ubicados entre los que rechazaban el Tomismo tradicional y se proponían rescatar a Santo Tomás del secuestro al que le habían sometido los tomistas, para usar una frase de O.H. Pesch.

Sufrí mucho para entender de qué iba la cosa con de Lubac porque yo quería verle con los lentes del que busca opiniones sobre la eficacia de la gracia, la predestinación o del que quiere ver tratado el tema de la gracia desde el punto de vista soteriológico, aplicado en especial a la justificación y a los actos que la preceden. Pero ese no era el centro de interés para de Lubac, por eso me sorprendió en demasía cuando le leí asegurar que en el siglo XVII los teólogos dominicos y jesuítas, tomistas y molinistas, se pusieron de acuerdo para aceptar la teoría de la "naturaleza pura" con tal de condenar a Bayo, salir de eso, y seguir concentrados en sus debates sobre la eficacia de la gracia y la predestinación. Según de Lubac, lo que siguió a partir de esta puesta de acuerdo fue un triste resultado para el mundo en general.

Ya entonces no me sorprendió cuando apenas en el prefacio de su "The Mystery Of The Supernatural" le leí decir que se había refrenado a sí mismo de entrar en el tema de la eficacia de la gracia, su relación con el albedrío y que tampoco tocaría el tema del rol mediador que juega la Encarnación ni la participación de la criatura en la vida intra-Trinitaria. Si no hubiese criticado a Báñez y a Garrigou-Lagrange dudo que después de haberme hecho una advertencia así, sobre los temas que no tocaría, hubiese encontrado alguna razón para leer su obra. Pero ya para este entonces tenía interés en comprenderle, no el interés inicial, pero interés al fin. Reconozco, sin pena, que de seguro le hubiese entendido antes, mejor y le hubiese disfrutado más si no hubiese tenido las expectativas de encontrar en su obra precisamente lo que él se había decidido a no tratar.

El mismo de Lubac ha resumido toda su obra en una idea bien sencilla, paradójica, pero según su impresión, sencilla: "en toda naturaleza siempre hay una profundidad, una respuesta viviente, un deseo natural, una 'fuerza' sobre la que la gracia dada gratuitamente encuentra algo sobre lo qué trabajar." Ante una idea tan sencilla e inocentemente ortodoxa uno no entendería por qué hubo una reacción tan abrupta y alarmante en el Catolicismo, como una especie de desastre comparable con el de Chernobyl, cuando apareció la publicación de su "Surnaturel" que no hacía más que defender esta idea. No se justificaría tampoco la asociación del nombre de de Lubac como objetivo perseguido de la encíclica Humanis Generis, ni su suspensión como profesor católico de teología, ni la prohibición de publicación, ni la recogida de sus libros de todas las librerías católicas.

El caso es, sencillamente, interesante. Por eso en los siguientes posts me dedicaré a tratar los detalles y repercusiones de esta sencilla idea que propuso este ilustre teólogo.

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