Dolor Vicario
"Desde luego, tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros" (1 Corintios 11, 19)
Con el tiempo este verso va cobrando vida cada vez más en mi conciencia. Tengo más de cuatro años esperando que Ratzinger siga haciendo lo que hizo en su discurso en el cónclave al denunciar la basura y suciedad que hay en medio de esta Iglesia Católica. Aquella vez le costó ser elegido Papa y era precisamente lo que él no quería ser, y ahora le cuesta dolor en su alma al ver cómo sus más puras y misericordiosas acciones levantan la crítica mordaz, irrespetuosa y blasfema de católicos por todo el mundo, desde el más nombrado hasta el más desconocido. Tenemos un Papa que sufre. Y esto es señal de que tenemos un hombre de Dios como Pastor.
Bienaventurado sea el dolor del Papa, no sólo le caben perfectamente al cinto algunas bienaventuranza del Señor sino que en él también se comprueban las señales del apóstol (2 Corintios 12, 12).
Cuando la carnalidad de mucho católico sigue queriendo tener enemigos para poder deshacerse en contiendas y rivalidades sin ponerle ningún tipo de freno a su carne, el Papa quiere tener hermanos. Cuando a los autonombrados apologetas les parece mejor encender el fuego de la disputa contra las demás denominaciones cristianas el Papa se queja, con dolor, de que hasta a él empiezan a morderle y a devorarle los perros que tenemos aquí dentro que creen que con su pedigree de católicos les queda exonerado el llamado a la caridad y a la unidad.
Lástima mi querido Ratzinger, que nuestra cruda realidad tenga que salir a flote a base de tu dolor. Mis rodillas dobladas por ti una vez más, no ya mi obediencia, respeto y veneración... para ti va todo mi corazón, queriendo compartir contigo tu dolor, abrazar tu cruz contigo y atender al llamado que hace el Espíritu a través de ti a convertirme.
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