Karl Barth: Doble Predestinación
Si preguntamos acerca del contenido de la predestinación divina en ningún nivel nos encontramos con una preordenación del hombre que sea una preordenación al mal, al dominio del espíritu de la negación, a la angustia que resulta de este dominio. La preordenación real del hombre es la afirmación a la gloria divina, de la beatitud y de la vida eterna. Es cierto que esta preordenación no puede ser realizada excepto al borde del abismo de la preordenación al mal. Pero también es cierto que el mal sólo puede ser el abismo de la negación en orden a una vez ser opuesto y vencido por el Sí de la predestinación divina. Y la negación misma es revelada y elevada a su propia espantosa vida por este Sí. Cuando decimos Dios decimos Creador, Reconciliador y Redentor no lo contrario. Decimos lo mismo y no decimos lo contrario aun cuando decimos Juez, aun cuando hablamos de la santidad y la ira de Dios. No podemos decir que Dios ordena simétricamente como el fin del hombre a ambos el bien y el mal, a ambas la vida y la muerte, a ambos Su propia gloria y el oscurecimiento de esta gloria. En temor y temblor podemos y debemos hablar de este abismo. Consideraremos al mal seriamente por lo que en su propia forma -pero sólo en su propia forma- se le permite ser en base al decreto divino. Pero no haremos de la doble naturaleza de este decreto un dualismo. Sin pasar por alto o negar la sombra acompañante, hablaremos de Dios sólo como Creador, Reconciliador y Redentor; como Aquél de quien siempre podemos esperar bien y sólo bien. El concepto que tanto ha coercionado la doctrina tradicional fue el de un equilibrio o balance en el que la bendición fue ordenada y declarada en la mano derecha y perdición en la izquierda. A este concepto debemos oponernos con todo el énfasis del que somos capaces. (Karl Barth, Church Dogmatics, Vol. II/2 p. 171. Traducido por mí sin permisos explícitos.)
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