lunes, marzo 23, 2009

Predestinación Kerygmática II

(Continuación de Predestinación Kerygmática I)


Lo primero es que la opinión de que el predicador Tomista o el Agustiniano percibe que su doctrina es impredicable no es del todo precisa, San Agustín tenía claro como ninguno que la predestinación debía ser predicada y que ella es buena noticia. No fue la controversia contra Pelagio que hizo que Agustín se descarriara hacia su doctrina predestinataria, él mismo confiesa y defiende que él tenía esa doctrina bien clara mucho antes de la controversia pelagiana o antes de que apareciera algún escrito de Pelagio y así lo demuestra (cf. La Predestinación de los Santos, Capítulos 52-53, Libro II) Fue la controversia Pelagiana lo que obligó a que Agustín tomara este tema en función de si la gracia por la que los hombres se salvan depende de su buena disposición o si esta buena disposición no es ya un efecto de la gracia inmerecida que Dios otorga sin consideración alguna de algo que haya visto en el hombre. Pero antes de eso y en cualquier otro lugar, tal como el Santo de Hipona ha aclarado, todo su hablar del favor gracioso, amoroso y perdonador de Dios es exactamente lo mismo que pensar en que Dios eligió eternamente y preparó la salvación de sus hijos. En la mente de San Agustín ambas cosas no se distinguen, lo ha dicho él. La controversia pelagiana lo único que hizo fue obligar al santo a exlcuir formas nuevas de la salvación que los pelagianos querían incluír. Corregido pelagio la predicación de la Elección y la Predestinación puede volver a tomar la forma de Gracia inmerecida no de acuerdo a nuestros méritos y ya estamos hablando de predestinación. Eso es lo que hay en la mente de Agustín.

A los predicadores de la predestinación Agustín les aconsejaba que nunca se refiriesen a los réprobos en segunda persona, ni siquiera en términos generales o no acusativos, sino que se hablara de "esos" que no obedecen en tercera persona, les encomendaba a orar por la salvación de "esos" que no creen para que crean porque por nuestra oración se nos puede conceder que ellos crean y que su predestinación se haga efectiva en sus vidas. Cuando se le hablaba a la Iglesia se hablaba de nosotros los santos bautizados en segunda persona. Eso es exactamente lo que Kimel aconseja, y eso es lo que hace San Agustín. Así mismo lo hace San Pablo.

La realidad inevitable e ineludible es que hoy hay gente que vive en pecado mortal y la única razón que tenemos para pensar que esa gente no morirá así es si pensamos que ellos son predestinados, y por eso a ellos se les llama a conversión refiriéndose a ellos en tercera persona por respeto a su persona, y dice San Agustín que así el predestinado oirá y entonces escuchará el mensaje de salvación personalmente, en segunda persona, pero mientras él vive como réprobo nadie le acusará en segunda persona. Eso pide Agustín. Esto es amor, eso es respeto, eso es caridad. Eso lo que no es es apokatastasis. El que escucha escucha en segunda persona, el que no escucha... ese oye en tercera persona; en la Iglesia se escucha hablar de los réprobos (no como evangelio sino como hecho real) en tercera persona. (Ver capítulos 58-63 Libro II)

Ahora, esta frase: "La teoría de la absoluta predestinación de Dios pone en entredicho, al nivel más fundamental, la indentidad y el carácter de Dios como se ha reveleado en Cristo Jesús" conlleva demasiado y me parece un peso demasiado grande para poner sobre los hombros de los Santos que la han defendido.

La verdad es que por la única razón que la predicación de la predestinación se hace difícil es por el hecho de que nadie sabe si algún hombre se condenará o no. Me explico. Si supiéramos que un sólo hombre se condenó o se condenará podríamos rápidamente alinear toda esta doctrina y eliminar mucha de su especulación y dificultad, mientras quede la esperanza de que todos se pueden salvar siempre se introducirá controversia sobre la extensión del hecho salvífico de Jesús en la cruz y sobre el amor de Dios por nosotros. Insisto. Pero esto se puede resolver fácil.

Nosotros sabemos a ciencia cierta que Satanás y sus ángeles, una tercera parte de todos los ángeles creados, arderán infaliblemente en el infierno. Tenemos doctrina clara y sin la más mínima posibilidad de discusión que ni uno sólo de esos ángeles dejará de ser atormentados por toda la eternidad, tampoco podemos dudar de que Dios preparó un lugar para ellos justo cuando se decidió a crear. Dirijamos ahora nuestras preguntas sobre la predestinación de los humanos a la predestinación de los ángeles.

¿Qué clase de Dios puede crear ángeles sabiendo que al primer instante de su creación ellos optarán por no servirle y rebelarse contra él? ¿qué clase de Dios puede darle tanta perfección a una criatura para quemarla en un infierno sin posibilidad de salida? ¿qué clase de Dios puede crear a criaturas así y dejarlas abandonadas a su propia suerte y defección sin ni siquiera preparar para ellas redención? ¿Es este un Dios amoroso? ¿Es esta el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que vive en comunidad de amor intratrinitario? ¿Esta realidad se convierte en una realidad blasfema? Si a alguien le parece inconcebible que "el Dios de Cristo Jesús" pueda encarnarse, tomar el pecado de la humanidad sobre sus hombros, ser elevado a la diestra de Dios para dejar de lado a algunos ¿qué clase de Dios es el que ni siquiera piensa en preparar redención para sus ángeles?

Si la solución a estas preguntas es que Dios no preparó redención para los ángeles porque sabía que ellos ninguno la iba a aceptar, pues así se hace a Dios culpable de crear a criaturas incapaces de arrepentimiento. Si esa es la respuesta forzosamente se está aceptando que Dios es incapaz de mover la voluntad del ángel. Este Dios es peor y más débil que el otro al que se le corre por no ser un mar profundo de amor.

Sí, yo he leído mi Nuevo Testamento completo, lo he releído a la luz de la predestinación y lo volví a releer y nunca he dejado de encontrar que la solución es la misma de siempre: "Dios, queriendo manifestar su cólera y dar a conocer su poder, soportó con gran paciencia objetos de cólera preparados para la perdición, a fin de dar a conocer la riqueza de su gloria con los objetos de misericordia que de antemano había preparado para gloria." (Romanos 9, 22-23) Esto no es un argumento, esto es Palabra de Dios. Palabra definitiva ante la que nadie tiene derecho a objetar.

Las preguntas que se hacen a los adeptos de la versión católica de la predestinación absoluta que "ponen en entredicho al nivel más fundamental" el carácter mismo de Dios no tienen sentido más que cuando se piensa en la posibilidad de que todos los hombres se salvarán. Pero en cualquier escenario que se presente la predestinación se tiene que tomar el dato como hecho real de la reprobación de los ángeles y entonces vemos que esta reprobación pone a Dios en la mismísima situación que él queda bajo la teoría de la predestinación absoluta. A "ese" Dios no lo podemos cuestionar, ese es el único que hay. Ese es el Adonay del Shemá que canta el pueblo de Dios, y no hay otro.

Todo el mundo tiene que golpearse con esa pared. La predestinación tiene un problema ineludible, al igual que lo tienen muchísimos otros elementos de la fe judeocristiana que sí son predicados: en nuestra mente no podemos conciliar los dos aspectos aparentemente contradictorios de esta doctrina, es imposible que la mente humana pueda descubrir benevolencia, amor y misericordia en el justo juicio de Dios que no elige para predestinación a algunas de sus criaturas, específicamente a algunos hombres.

Por último me refiero a otro caso bien ilustrativo de nuestro problema. San Agustín habla, al igual que San Pablo, de lo incognoscible del estado de predestinación de los santos, alguien que es alcanzado por la gracia puede caer de ella, osea, el sólo hecho de haber sido justificado en algún momento no implica que somos parte del número de los predestinados, osea, la dificultad que carga la predicación de la predestinación viene de su incerteza, de su incognoscibilidad. Nosotros queremos predicar cosas seguras, cosas que aprehendemos y la predestinación de un hombre en particular no es cosa segura, por eso nosotros queremos poner nuestra seguridad en nosotros y predicarle al hombre qué tiene que hacer él, queremos confiar en nuestra libertad y no en la de Dios. Pero ese problema ya San Agustín lo vio y es precisamente por eso por lo que él predica predestinación. En la mente de San Agustín no hay mayor confirmación, seguridad y benevolencia que en la predicación de la predestinación; San Agustín cuenta con que esta predicación despertará fe en los elegidos y así se salvarán. Al que vive como réprobo, San Agustín, que no sabe si es un réprobo en absoluto, le trata con caridad y le predica predestinación porque sólo así puede salvarse. Por eso la predestinación debe ser predicada.

Por lo tanto por la predicación de la predestinación no se debe reprimir la predicación de la fe progresiva y perseverante; y así escucharán lo que es necesario a quienes se les dará que puedan obedecer. Porque ¿cómo escucharán sin un predicador? Tampoco, de nuevo, debe la predicación de la fe progresiva que continúa incluso hasta el final reprimir la predicación de la predestinación, de manera que quien está viviendo fiel y obedientemente no sea exaltado por esa misma obediencia, como si fuese un beneficio de sí mismo, que no se ha recibido; sino que ese debe gloriarse en el Señor. Porque "no debemos engreírnos por nada, ya que nada es nuestro.
Aunque, por lo tanto, decimos que la obediencia es un regalo de Dios, aun así exhortamos los hombres a ella. Pero a esos quienes obedientemente escuchar la exhortación de la verdad les es dado el regalo de Dios mismo-- esto es, que escuchen obedientemente, mientras que a esos que no escuchan no les es dado.

De donde si tanto los apóstoles como los maestros de La Iglesia, quienes le sucedieron y les imitaron, hicieron ambas cosas, esto es: predicaron verdaderamente la gracia de Dios que no se da de acuerdo a nuestros méritos, e inculcaron con firmes preceptos una obediencia pía ¿qué es lo que sucede con esta gente de nuestro tiempo que se piensan impelidos por la invencible fuerza de la verdad a decir: "incluso si lo que se dice de los beneficios de la predestinación es verdad, aun así esto no debe ser predicado a la gente"? Ella debe ser absolutamente predicada, de manera que el que tiene oídos para oír oiga. Y ¿quién los tiene si no los ha recibido de Él que dice: "les daré un corazón para que me conozcan y oídos para que escuchen"? Definitivamente quien no ha recibido puede rechazar; mientras que quien recibe puede tomar y beber, puede beber y vivir. Porque así como la piedad debe ser predicada, para que, por quien tiene oídos para oir, Dios sea correctamente adorado; la modestia debe ser predicada, para que, por quien tiene oídos para oir, ningún acto ilícito sea perpetrado por su naturaleza carnal; la caridad debe ser predicada, para que, por quien tiene oídos para oir, Dios y sus vecinos sean amados; así también debe predicarse tal predestinación de los beneficios de Dios que quien tiene oídos para oír no se gloríe en sí mismo sino en el Señor.
San Agustín de Hipona, La Predestinación De Los Santos, Capítulos 36, 37, 51 Libro II


Al final de cuentas yo creo que si las distintas confesiones cristianas tenemos versiones distintas de la doctrina predestinación, pues lo más natural es que nuestros problemas para predicar esta doctrina sean igualmente distintos. Me parece que en el Catolicismo la doctrina de la predestinación fue perdiendo lugar en nuestros púlpitos por esta pusilanimidad al dejar que el protestantismo levante banderas donde hay territorio católico y sólo indirectamente, aunque con vasta influencia, porque hasta nuestro interior fueron arrastrados sus problemas que no son los nuestros.

Parte I

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