jueves, marzo 26, 2009

Misión: Carisma Y Jerarquía

Aunque reconozco que mi primera inclinación fue usar un "Vs." en vez de una "Y" en el título, creo que ya hace tiempo superamos las acaloradas discusiones sobre los carismas y la jerarquía que invadieron nuestras librerías y publicaciones periódicas luego del Concilio Vaticano II.

La gente se vino cansando hasta abandonar el interés, y aunque es cierto que se abusó del carisma y se vilipendió la jerarquía, no es menos cierto que vivimos tiempos donde los que estaban a cargo de la jerarquía casi ahogaron cualquier intento de cuestionarla y repensarla para renovación... tan intransigentes e intocables se sentían que todo lo torcían hasta convertirlo en un "atentado contra el dogma". Tan unidos dejaron el dogma y la jerarquía que habría que ver realmente de quien es la culpa de que tanto disidente haya terminado arremetiendo contra el dogma cuando en realidad se quejaba del autoritarismo de los jerarcas. El triste resultado es que uno más otro de los que no cuestionaban la fe terminaron creyendo que no había manera de cuestionar el sistema y lo burocrático sin decidirse por salirse completamente de la crítica mesurada y enfilar una crítica violenta, despiadada, cruel y cuasi-demoníaca contra el mismo depósito de la fe.

Luego de períodos prolongados de represión y autoritatismo es normal que se sigan tiempos de libertinaje, la libertad se conquista y es normal que al querer trabajar bajo la bandera de la libertad se quiera seguir y obedecer únicamente al carisma y no a la norma. Asfixió tanto la norma que en nombre del Espíritu se querrá seguir los impulsos carismáticos y no ninguna regla. Nada es nuevo bajo el sol, pronto se descubre que el carisma necesita de la norma.

Nunca lo ví tan claro como en las palabras de quien luego se convertiría en el Papa Juan Pablo I:

"Tanto los carismas como la jerarquía son necesarios para la Iglesia, pero de modo diferente. Los carismas actúan como acelerador, favoreciendo el progreso y la renovación. La jerarquía tiene que obrar más bien como freno, para favorecer la estabilidad y la prudencia." (Cardenal Albino Luciani, Ilustrísimos Señores)

La primera vez que leí estas palabras no podía cerrar la boca, no podía creer que alguien que estaba del lado de la jerarquía pudiese reconocer que su trabajo es el de refrenar el progreso y la renovación. ¡Nunca ví una representación tan cruda y morbosa de la realidad! Y lo que me sorprendía era que el Cardenal lo decía ¡como el que dice algo a su favor! Lo más disparatado de todo era que él pretendía estar pensando como Santa Teresa de Jesús, una carismática por excelencia, en una carta que el Cardenal dirigía a la memoria de la Santa de Ávila le decía: "Y no crea que soy pesimista. Lo de ver carismas por todas partes espero que sea una pasajera nube de verano."

La verdad no entiendo al Cardenal, quiero pensar lo mejor de sus opiniones, de a qué y a quienes se refiere, pero estas palabras suyas me acompañarán siempre como algo parecido a lo que Caifás decía de Jesús queriendo decir otra cosa.

Todo este amplísimo preámbulo me viene a la mente por lo que está viviendo hoy América Latina en relación a La Misión Continental. Desde hace más de 20 años el Espíritu Santo se levantó en esta Iglesia a hombres como Emiliano Tardiff, José "Pepe" Prado y Raniero Cantalamessa que andaban por todo el mundo formando a los nuevos evangelizadores y enseñándoles en los términos más carismáticos posibles a predicar el kerygma y a exponenciar su divulgación formando a formadores de evangelizadores para que La Católica fuera renovada. Y es apenas hoy cuando la jerarquía viene a hacerles caso en Aparecida. El Espíritu le decía a su Iglesia que este es tiempo de anunciar el Evangelio en términos Kerygmáticos, se lo dijo a Juan XXIII, se lo repitió a Pablo VI, se lo enfatizó a Juan Pablo II, pero fueron hombres carismáticos los que escucharon y lo pusieron por obra.

El movimiento de estos hombres nació como nacen las cosas del Espíritu: "de repente" y al margen de la jerarquía, pero funciona para bien de la Iglesia, funciona sin antagonismos con la jerarquía, funcionó tan bien y con tan amplísimos resultados que ahora es que se reconoce pública y oficialmente.

Temo que el poder con que estos hombres trabajaron sea ahogado por la norma. Temo que la pureza y contundencia del hombre carismático se venga a "aguar" en manos del que está enamorado de la jerarquía y como borrego que no piensa no más hace lo que le dicen sin haber recibido lo que recibió el carismático que obedece al Espíritu, obediencia ésta que ha descubierto él, el hombre de carisma, que no tiene por qué chocar con los que quieren se les rinda pleitesía.

El Padre Emiliano Tardiff repetía con esa alegría de los santos que "es más fácil aquietar a un vivo que avivar a un muerto", pues eso mismo pasa con el que no ha descubierto que el carisma está para servir al Cuerpo de Cristo y pretende ahogarlo o meterlo en un corsé para poder dominarlo. Por eso descubre uno con tristeza como mucho "plan de pastoral" no termina siendo más que un desgaste insípido e irrelevante de fuerzas pues se hacen con muertos que quieren ir a darle "vida" a otros muertos. Pero no pasa así con el hombre del verdadero carisma del Espíritu, ese ha descubiero en la jerarquía la voluntad de Dios y por eso sabe que le sirve a Dios cuando le obedece a ella y por eso su trabajo produce el 30, 60, 90 y 100 por uno.

Oro para que esta Misión sea una misión donde se desata el poder del carisma de proclamación kerygmático y no donde se orquesta la repetición catequética que se había venido haciendo hasta Juan XIII. Ojalá La Católica escuche y descubra en Aparecida una voz Profética Carismática y no el mandato de una jerarquía desligada de Cristo. Ojalá La Católica descubra que El Espíritu le sigue hablando a su Esposa y le sigue hablando al Pastor hasta descender al Evangelizador. Ojalá carismático y pastor, evangelizador y jerarca, descubran que el Espíritu les llama e impele a ambos. Quiera el Dios de Jesús Nuestro Señor que veamos en este su Cuerpo Carisma Y Jerarquía seguir la voz de un Sólo Pastor.

¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven! ¡Danos un nuevo Pentecostés! ¡Ven! ¡Señor y Dador de la Vida, Ven!

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