Controversias de Auxiliis 101 (I)
Muchos católicos lamentan las controversias sobre la eficacia de la gracia que dominaron la escena teológica en el siglo XVI (un caso de ellas en particular fueron las bautizadas con el nombre de Congregaciones de Auxiliis divinae gratiae) por considerarlas embarazosas e innecesarias. Irónicamente estas controversias, las Congregaciones en especial, fueron motivadas por el celo que tenían unos hombres por mantener la doctrina sobre el auxilio de la gracia divina, que se había guardado por siglos en la Iglesia Católica, contra las novedades de otro grupo de hombres que aseguraba haber resuelto los misterios para hacer coincidir la libertad humana con la presciencia divina. Y este proceder, el de mantener la Tradición, siempre ha sido el que distingue a la Católica, lo que hace esta repulsa contra estas controversias punto interesante a estudiar.
Es imposible que uno intente entender qué originó estas controversias o cuál es su razón de ser, las estudie, y luego no salga con el claro convencimiento de que la doctrina de la gracia en la época medieval era toda una ensalada lo más parecida a un nido enmarañado o a un enjambre caótico de opiniones sin parangón alguno en la historia. El 31 de Octubre de 1517 Cuando Lutero pegó sus 95 tesis en las puertas de la catedral de Wittenberg el nivel de desconcierto sobre la doctrina de la gracia había alcanzado el clímax. Es irrisorio como muchos cristianos ven en este acto de Lutero un desafío mayúsculo a la autoridad eclesiástica (el católico para criticarlo o el protestante para aplaudirlo) cuando en realidad esto era el pan nuestro de cada día en la Iglesia de entonces. Cada teólogo que quería defender sus tesis en público, solía invitar a sus contrincantes de esta manera y luego se hacía una exposición en la universidad o en las plazas donde el autor se defendía contra los que osaran aceptar el reto, que a veces resultaban ser toda una fila de personas. Si apilaramos la madera de las puertas que se usaba solamente para clavar invitaciones a debates sobre la gracia en el medioevo... ¡pues tendríamos leña para hacer fogatas para rato!
La revuelta que se armó con La Reforma Protestante en Alemania lo único que significó es que ahora habían dos partidos claramente identificados: los que no eran fieles a Roma y los que sí. Pero cada uno de estos dos grupos llevaría dentro de sí el terrible problema de definir en materia de gracia qué era doctrina revelada y/o bíblica y qué no lo era. Y para ser justos el grupo más homogéneo definitivamente lo era el protestante.
Y es que la lista de problemas, desaciertos, omisiones y confusiones va desde obras pelagianas que falsamente se atribuían a algún Santo, nadie tenía información del Concilio de Orange II hasta bien entrado el medioevo pues se habían perdido sus cánones, los mismos que defendían a Agustín y su doctrina de la gracia en la predestinación no lo seguían en la justificación y por el contrario seguían a autores semi-pelagianos, los nominalistas eran una inmensa mayoría y se encontraban en cualquier bando negando la doctrina tradicional de la gracia, Dominicos no se apoyaban entre sí, Jesuítas se llevaban mejor con Fransciscanos Agustinianos y rechazaban el Agustianismo Dominico, otros se llamaban Agustinianos, pero su Agustín era un autor falso maniqueo, algunos Jesuítas hacían un bloque entre sí y seguían a los Dominicos... todo un desastre. Esa era la escena que imperaba para entonces.
Estas controversias solo pueden ser una vergüenza para el que sigue con la idea infantil que le vendieron en el Catecismo Dominical de que los que permanecemos fieles a Roma siempre nos hemos abrazado para cantar coritos sin disenciones entre nosotros. Pero el que puede ver a la realidad sin prejuicios no puede más que agradecerle a la Providencia que en medio de tal maraña haya podido prevalecer fielmente la Sagrada Doctrina que Dios le entregó en Revelación a su Iglesia, y que ahora la misma ha permanecido con mayor vigor porque ha sido probada en el fuego de la contienda. Que hubiésemos preferido que mantuviéramos la doctrina sin contiendas... pues claro, pero esa no es la realidad, la realidad es que las tuvimos, la verdad permaneció y ha salido de ahí enriquecida y pulida con mayores luces.
Con el Concilio de Trento se dió un inmenso avance no sólo por lo que se logró en el Concilio y quedó plasmado en sus cánones, sino porque se pudo hacer coincidir todo el esfuerzo católico y dirigirlo a una misma dirección. Por fin Roma empezaba a dirigir las fuerzas hacia un fin claro y común. En medio de tanta confusión empezaba a brillar la verdadera doctrina y a enfilarse la discusión teológica en una dirección definida. Se habían delimitado algunos excesos, excesos que no eran exclusivos del protestantismo (había muchos entre los fieles a Roma que comulgaban perfectamente con la teología de Los Reformadores y otros que le aventajaban en heterodoxia y ni siquiera recibieron condenación explícita y particular más que lo que les tocaba por defecto con los cánones de Trento) y por lo menos se había propuesto un camino a seguir bajo la guía de algunos santos Doctores entre los que destacaban Santo Tomás de Aquino y San Agustín.
La Compañía de Jesús (popularmente conocidos como Jesuítas) fue creada poco antes del Concilio como congregación con el fin de contrarrestar la presencia del Protestantismo en Europa. Es natural pensar que su teología de la gracia tendría un caracter eminentemente defensivo y se encargarían de subrayar las partes de la doctrina Católica que el Protestantismo rechazaba y no prestaría bastante atención, por no decir que descuidaría, los aspectos que el Protestantismo había tomado como bandera, esto es: la justificación por la fe, la predestinación graciosa, la eficacia de la gracia, la centralidad de la expiación de Cristo, etc. Lo que no quiere decir que no hubo entre sus miembros hombres que mantuvieron al 100% la fidelidad al tesoro doctrinal que guardaba la Católica. Pero no es un error decir que esta actitud terminó irritando a los católicos que, queriendo también contrarrestar el avance Protestante, preferían corregirle desde dentro, con sus mismos elementos abanderados.
No bien terminó el Concilio cuando estallaron las Controversias de Auxiliis que son a las que me quiero referir con detalle.
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